Las lecturas de este domingo resultan difíciles de explicar, porque nos ofrece una imagen de Dios contraria a la que nos enseñó Jesús.
Dios no puede estar en CONTRA de nadie. Amalec es tan querido por Dios como Israel. Dios no puede destruir a unos y cuidar a otros. Dios no va hacer justicia ni al que pida con insistencia ni al que no se lo pida. Dios nos lo ha dado todo, es tarea nuestra tomarlo o dejarlo, es tarea nuestra hacer realidad la justicia entre nosotros.
La escritura bíblica es fruto de una experiencia mítica que tiene un contenido de trasfondo y que nos cuesta comprender y a veces lo tomamos al pie de la letra y elaboramos un dios a nuestra imagen y medida. Nosotros hacemos justicia a los que nos caen bien y vamos en contra de los que no “son” como nosotros, ni piensan como nosotros. En la parábola del evangelio (el juez y la viuda), no podemos poner como modelo de Dios a un juez injusto, que hace el bien para que le dejen de molestar.
Cuando rezamos y pedimos a Dios, se hace visible la imagen que cada uno tenemos sobre Dios. Si rezamos pidiendo que Dios cambie la realidad, eso no va a suceder. Si rezamos pidiendo que cambien los demás, eso tampoco sucederá. Hay una sola cosa que podemos hacer: cambiar nosotros mismos y todo a nuestro alrededor habrá cambiado.
““Mi justicia la tengo que hacer yo en mí. La injusticia del otro no me debe hacer injusto a mí”. “A veces nuestra justicia está mezclada con la venganza”. “Mi plenitud no está en la derrota del enemigo, sino en dejarme derrotar por mantenerme en el amor”. Esto es Evangelio”. (Fray Rodríguez).