“He venido para que los que no ven vean”

La Buena Noticia Jn. 9, 1-41

Jesús nos invita a pasar de la tiniebla a la luz, de la opresión a la liberad, de no ser nada a ser plenamente persona.

Jesús es la luz y lo muestra con hechos. Da vista al ciego. Jesús mezcla la tierra con la saliva, que simboliza carne y espíritu.

Quizá nosotros también estamos ciegos, vivimos en la superficialidad, corremos sin parar, no tenemos tiempo ni para respirar. Entramos y salimos del WhatsApp como cuando tenemos un tic nervioso. Todos contagiados del mismo virus que nos deja ciegos, sordos y sin capacidad de discernimiento.

Como ya lo han dicho varias personas, quizá era necesario que el covid-19 llegara para que nos diera un sacudón y nos obligara a parar, a abrir los ojos, a mirar a los que viven a nuestro lado, a escuchar a la tierra que clama, a volver a lo esencial, a volver a casa. Y ojalá busquemos acceder a nuestra interioridad y escuchar la voz del silencio que tiene la respuesta al estrés, ansiedad y frustración.

Ahora nos damos cuenta de nuestra fragilidad y nos preguntamos por el sentido de la vida y se nos derrumba nuestro ego muchas veces autosuficiente. Pero estamos aquí aún llenos de vida y divinidad con un anhelo de amor y con miedo. Busquemos la fuente de vida, esa fuente que también nos busca a nosotros, nos espera, esa fuente que también tiene sed de nosotros, esa fuente que es Dios, donde encontramos paz y seguridad. Esa fuente que nos quita la ceguera y nos permite ver la luz.

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