Señor de todos los senderos, Peregrino de nuestras rutas, Caminas a nuestro lado, pero no te reconocemos. Nuestra mirada se obnubila Nuestro verbo triste, te conmueve y escuchas nuestros lamentos haces tuyo nuestro dolor, nuestra impotencia y desconcierto nuestras preguntas sin respuestas, en medio de la cuarentena. Y nos oyes con el corazón Las narraciones cotidianas, Las miradas por la ventana, Los silencios que comulgan, el tiempo detenido. Todo se escapó de nuestras manos, en esta cuarentena.
Y una vez más nos explicas las Escrituras Y nos recuerdas que la muerte y la vida van de la mano Y que sigue tu entrega en los que se donan En las manos solidarias, En los que intentan convivir aún en el conflicto, En los que nos cuidan y se exponen, En los que consuelan en el duelo, En los que abren fronteras y extienden puentes, En los científicos que buscan una cura, En los líderes que piensan en la vida de su pueblo.
Señor, quédate con nosotras, Quédate con tu pueblo desconsolado, Resucita nuestra esperanza, Parte tu pan en miles de trozos, Que sacie tantas bocas y corazones hambrientos Tu pan triturado y resucitado Tu pan que nutre nuestra espera, que es calor y hogar, que nos une como tu cuerpo universal.
Ábrenos los ojos, Para contemplarte en los brotes de vida nueva, en las vidas recuperadas. Haz que arda nuestro corazón adormecido, Que tu Palabra nos mueva y conmueva.