Corpus Christi “El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él”

La buena Noticia Jn 6,51-59

La eucaristía es una realidad muy profunda que nos recuerda la presencia cierta de Dios entre nosotros.

Podemos confundir la eucaristía con la comunión. La comunión es la última parte del rito y es siempre parte de la celebración de la eucaristía. La eucaristía sin comunión, como la comunión sin eucaristía dejan al sacramento incompleto. Ir a misa y dejar de comulgar no tiene sentido. Ir a misa sólo por comulgar, es engañarnos a nosotros mismos, porque la eucaristía es comunión, encuentro, celebración fiesta con los otros, con la comunidad.

La eucaristía no la celebra el sacerdote, la celebra la comunidad. Es el sacramento del amor. No puede haber signo de amor en ausencia del otro.

La comunión no es un premio para los buenos. No son los que no tienen pecados los que pueden acercarse a comulgar, somos los débiles los que necesitamos recibir a Jesús en nuestro corazón y descubrir su amor gratuito. Solo si nos sentimos pecadores estamos necesitados y preparados para celebrar la Eucaristía. Cuando más necesito el signo del amor de Dios es cuando me siento separado de Él. Es ilógico dejar de comulgar cuando más lo necesito.

Celebrar la Eucaristía es comprometerse a ser para los demás. Comulgar es identificarme con Jesús.

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