EL SEMBRADOR Y LA SEMILLA

La Buena Noticia Mt 13, 1-23

Esperar que un campo produzca el cien por ciento es demasiado, pero es posible, porque la semilla es Dios. Esa semilla está presente en todos y todas, y si le permitimos puede dar lo esperado. Dios está como semilla y nosotros con nuestras opciones vamos dando forma a esa fuente que es Dios.

La parábola nos invita a abrir los ojos para acoger la gran posibilidad de llenar nuestra vida de sentido y llegar a lo insospechado como lo han hecho muchos santos.

Esta parábola nos obliga a tomar una postura ante lo que propone Dios. Podemos continuar con nuestra manera de vivir o abrirnos a esta gran posibilidad de vida plena que parte del encuentro con Dios, con nosotros/as mismos/as, con los demás y con la naturaleza.

El sembrador echa mucha semilla, es generosidad total y la semilla tiene un potencial ilimitado, lleno de posibilidades, es la fuerza del amor.

Lo importante es sembrar sin medir donde, cuando, y a quienes llegue. Pero en necesario que llegue a todos. Tampoco debe importarnos las respuestas o frutos, porque una sola respuesta llena de intensidad puede cambiar muchas vidas.

No pensemos en algunas personas como tierra buena y otras como tierra mala, sino más bien, descubramos en nuestra propia parcela la tierra dura, la zarza, las piedras que impiden crecer a la semilla.

Recordemos que dar fruto no es hacer grandes obras, ni hacer cosas, sino crecer en el SER, dar sentido a nuestra vida y eso hace que en la convivencia pueda dar sentido a la vida de los demás, uniéndonos a todo lo creado para que podamos ser uno, porque “la meta de la creación es la UNIDAD”.

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