Desde Ecuador…

Dos exalumnas de las Misioneras Dominicas comparten: EXPERIENCIA VIVIDA EN TIEMPOS DE PANDEMIA.

 

En la última semana del mes de marzo estalla con fuerza la pandemia en Guayaquil, ciudad portuaria de 2,3 millones de habitantes donde se concentró casi la mitad de los casos positivos de covid-19 de todo el país; se vive el horror, la tragedia, cunde el miedo, las familias deambulan por toda la ciudad tocando puertas para que reciban a sus enfermos en un hospital público donde ya no hay camas, tampoco hay cabida en las clínicas privadas, no hay medicina, no hay oxígeno.

La ciudad enfrentó la pesadilla de muertos en sus calles, los enfermos mueren en sus hogares y los dejan en las veredas, caen frente a hospitales, nadie los quiere ir a recoger, colapsa el sistema hospitalario. El colapso es de tal magnitud en el sistema funerario que el presidente de la República debió conformar una fuerza de tarea conjunta para poder enterrar a todas las personas fallecidas, contenedores refrigerados ingresan a los hospitales para depositar los cuerpos, no hay lugar para sepultarlos.

 

La emergencia desbordó la capacidad de reacción de toda la sociedad, la ciudad huele al virus que cambio la vida de los guayaquileños, dejó un olor de enfermedad, de dolor, de tristeza, de vacío, de indignación. Porque ¿Qué hubiera pasado si recibían atención oportuna? La magnitud del contagio se dio porque la población no hizo caso a las indicaciones y porque en Guayaquil hay amplios sectores de pobreza y es muy difícil que la gente haga cuarentena, no hay dinero y el hambre no espera.

La Fe fue uno de los pilares fuertes del pueblo guayaquileño para salir de la desesperanza a la esperanza de que saldríamos adelante y que sólo Dios sería el único que nos salvaría.

La Iglesia concentró sus esfuerzos a nivel solidario como espiritual, las parroquias actuaron como centros de acopio y distribución de raciones de comida en momentos en que el hambre se deja sentir. La Iglesia sostuvo la Liturgia y la oración por medio de transmisiones a través de medios digitales para sembrar esperanza.

 

En este escenario el Hogar Perpetuo Socorro también vivió momentos muy difíciles en el que sobre todo los alimentos escasearon, nadie puede salir a comprar ni pueden llegar a dejar donaciones, se sobrevive con lo que hay.

 

Compartir estas vivencias con las Hermanas Misioneras Dominicas del Rosario es una oportunidad de acercamiento a la Comunidad que nos formó y preparó para la vida, sobre todo para servir a los más vulnerables; gracias a Dios tenemos acompañamiento virtual de nuestras queridas religiosas que estuvieron en Ecuador y hoy están en España, ellas día a día nos ayudan con sus mensajes a fortalecer nuestra fe, nos animan, alivian nuestras tensiones e incertidumbres.

Ahora estamos en la segunda fase de des confinamiento y en Guayaquil en las últimas semanas no hay fallecidos por covid-19, si hay contagios. Nuestras ilusiones y deseos de progreso han vencido el miedo. Sin duda esta situación no pudo detener nuestro trabajo y la formación integral de nuestras niñas y adolescentes para que sean las protagonistas de un mundo mejor; seguimos esforzándonos para que ellas no solo se sepan amar sino también se sientan amadas.

Gracias a nuestras Hermanas Misioneras Dominicas del Rosario por el acompañamiento y apoyo espiritual que nos brindan, las queremos y las llevamos en nuestro corazón.

Barbarita e Isabel, Ex alumnas de las Misioneras Dominicas del Rosario

Guayaquil, Ecuador.

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