NO TEMAS PORQUE YO ESTOY CONTIGO

Casi medio año estamos experimentando esta pandemia de Covid-19. La gente perdió a sus seres queridos diariamente aquí y allá. En todas partes hay un gemido de soledad. Nosotros mismos tenemos miedo de perder a nuestros seres queridos y también miedo de que nos vayamos sin el conocimiento de nuestras familias. Por otro lado, siempre se nos recuerda que este miedo sólo nos llevará a una vana ansiedad.

De hecho, nos dimos cuenta de muchas cosas; y una de ellas es el arte de la confianza. Hemos estado rezando para que su pandemia termine pronto. Sabemos que llevará tiempo, pero confiamos en el poder de Dios que puede terminar todo en un momento. Creer es uno de nuestros auténticos personajes cristianos, incluso en su gran silencio. Nuestra fe nos ha llevado a ver la luz en este momento tan oscuro de la humanidad. Afortunadamente, la adaptación siempre es posible para nosotros para hacer frente a esta tragedia.

 

La vida no siempre es fácil, a través de esta Pandemia aprendemos a ajustarnos a esta situación crítica como para ser creativos en las cosas simples, quedándonos en casa para centrarnos en el estudio, la vida comunitaria y la vida de oración.

Viviendo en una comunidad cada uno de ellos se ha compuesto a la atmósfera de entusiasmo y energía para luchar contra la Pandemia. Sin embargo, no hay nada que perder durante este tiempo difícil, pero una gran lección en su lugar nos ha enseñado a ver las cosas con la esperanza más brillante, y a valorar la autodisciplina.

Es absolutamente cierto, que cada día es una lección y cada dificultad es un gran maestro. El tiempo siempre se adelanta, la gente aprende cada minuto a entender más sobre el significado de la vida.

Desde el 13 de marzo de 2020, Filipinas declara el cierre debido a la crisis de la pandemia. No se nos permite salir, especialmente a los lugares públicos y reuniones hasta hoy junio de 2020. Esta circunstancia ha llenado nuestro lugar y tiempo con auto-reflexión, auto-estudio, que nos ayuda a conocernos mejor a nosotras mismas.

Estando con uno mismo y con Dios, aprendemos que una persona vale más que su peor acción. La actitud de valorarse a sí mismo nos ayuda personalmente a reflejar que, cuánto el mundo entero está sufriendo de hambre y muriendo; nuevas vidas y nuevas cosas que vienen por delante.

Echamos de menos nuestras misas diarias, especialmente el domingo, pero no nos perdemos nuestra misa en línea, aunque la sensación es de suerte. Ser un cristiano sin misa es como una casa sin sus pilares. Sin embargo, nuestra comunidad reunida a través de la oración y el compartir nos ha recordado que Cristo no está muerto sino vivo. Al igual que la pandemia tiene su limitación, es hora de que venga y también de que se vaya. Su calamidad dura menos, porque Dios no es para los muertos sino para los vivos. Y nuestras vidas son para Dios, no para la pandemia.

Deberíamos ser un cristiano de esperanza, no de preocupaciones o problemas.

Una vida de alegría y no de tristeza porque Jesús dice “no temas, porque yo estoy contigo hasta el final de los tiempos.

NOVICIADO CONTINENTAL DE MANILA.

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