El tesoro y la perla preciosa es Dios en cada uno, por lo tanto, nosotros somos también un tesoro porque llevamos a Dios dentro, pero a veces nuestro “campo” no puede sostener esta realidad porque no logramos entenderla.
El campesino y el comerciante se arriesgan para conseguir mayores bienes, para sumar sus riquezas. Si esto lo colocamos en el campo espiritual, nos ayudan a entender que cuando se descubre algo mayor es necesario dar el paso, renunciar, desprenderse de lo que no es esencial para llenarse de aquel que nos ama tanto, Dios.
No se trata de vender nuestros bienes, porque nos moriríamos de hambre. La invitación es a poner la mente y el corazón en Él, y lo demás llegará por añadidura.
Pero para descentrarnos de lo material y superfluo, primero hay que encontrar el tesoro, porque si no, las renuncias no funcionan. Sí nos experimentamos llenos de Dios, entonces tendremos el valor necesario para ir soltando aquello que nos quita libertad.
Lo que Jesús nos pide es que vivamos más confiados, más alegres y más felices. No nos pide perfección. Todo lo que produce felicidad en nosotros y en los demás es bueno. Es negativa la alegría que se puede experimentar a costa de las lágrimas y del dolor y de otros.
“Eres el mayor tesoro que puedas imaginar. Una vez descubierto lo que hay de Dios en ti, todo lo demás es coser y cantar” Fray Rodríguez