ANÉCDOTAS MISIONERAS DE LA HERMANA ARACELI REVUELTA ARIAS

Durante su vida misionera en Bolivia, la Hna. Araceli cuenta algunas anécdotas: “Vicente Mamani, era un campesino que deseaba comulgar a diario, le pedimos a su hija Agustina que lo trajera a su casa de Alto Lima. Yo le dije a Vicente: Te vas al cielo y le pedí que le diga a San José que me mande siquiera aspirinas para mis pobres, él me contestó: “a ese bien lo conozco yo”. A los tres días falleció, su hija vino a las 06:00 a.m. a decirme que había muerto su padre. A las 11:00 a.m. entró un jeep, venía el señor Foster ofreciéndome 60.000 aspirinas del laboratorio San José, cada aspirina tenía el sello San José. Esto nos da a entender la santidad de la gente tan humilde”.

“Me llamaron a un parto a Corini, como los puentes se los llevó el río Llallasuyo, entonces entre Ramón y Tomás (muleros) me pasaron por el río en la mula. Me pusieron como un saco de papas amarrada a la mula. Ramón sujetaba el cordel a una orilla del río y Tomás al otro lado. La mulita Nayra me llevó hasta Corini, atendí el parto sin ningún problema”;

 “…cuando llegó el Dr. Luis Hurtado a Sorata, un día me pidió que le ayude a hacer una cesárea, yo no sabía nada, entonces formamos un Equipo: Dr. Hurtado cirujano, médico de Provincia, Hna. Araceli ayudante e instrumentadora, Santiago Huallpino (portero) tomaba solo la presión, ocupamos la mesa de la cocina con una sábana, como no había con qué esterilizar, colocamos cuatro pinzas viejas flameadas con alcohol, Santiago le daba a oler el éter para dormir a la paciente. Este equipo de buena voluntad consiguió con la gracia de Dios que la mujer se salvara, pues no había ninguna movilidad para llevarla a La Paz”.

 “El Dr. Enrique Coritza me pidió acompañe a un enfermo con vólvulo a La Paz para operar. Una buena cholita con su camión nos acomodó adelante con ella. Cuando llegamos a Uni, el enfermo se murió, como no se sostenía en el asiento, yo tuve que traerlo abrazado hasta el hospital de clínicas. En Calacoto se acabó la gasolina, yo seguía abrazada al muerto, por fin encontramos quien nos diera la gasolina y pudimos llegar al hospital. Para poder comunicarnos con la familia del muertito, di el aviso a la radio RTP, gracias a ello la familia pudo escuchar en Palca y una hija que estaba de empleada en Alto Obrajes también escuchó. Al día siguiente, a las 06:00 a.m. me fui a la morgue y ahí  me encontré con su familia quienes se lo llevaron al difunto hasta su tierra para darle cristiana sepultura”. Estas son algunas de las muchas anécdotas que cuenta la Hna. Araceli, las cuales no cabrían en este escrito.

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