Un evangelio maravilloso, que hasta parecería que no es real, pero lo es. No estamos acostumbrados a pensar que Jesús pudiera aprender de los demás y menos de una mujer pagana.
La mujer desesperada y a gritos pide a Jesús que tenga compasión de ella, Jesús responde: «No está bien echar a los perros el pan de los hijos». Es una respuesta dura, pero no más intensa que el amor de una madre cuando se trata de salvar la vida de una hija. La mujer no se desanima, no se amedrenta, sino que más bien da una respuesta que cambiará la vida de Jesús, «Tienes razón, Señor; pero también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de los amos.» Jesús se deja transformar por ella, y cura a la hija y también a la madre.
Jesús se conmueve con la mujer y aprende que el amor de Dios es para todos: israelitas y no, buenos y malos… La palabra de la mujer sin ningún valor en su tiempo se vuelve maestra de vida para Jesús. Se da cuenta que la sensibilidad de la mujer cananea es más fuerte que la suya, y cambia de actitud, le concede el pedido y además la felicita: Mujer ¡qué grande es tu fe! Que se cumpla lo que deseas. Se da un diálogo profundo y auténtico que engrandece a ambos.
La mujer representa a todos los que sufren por el dolor de un ser querido debido a la pandemia y a tantas otras realidades. Hagamos lo que esté a nuestro alcance para aliviar el sufrimiento. Que la confianza en Dios sea nuestra fortaleza.