MANTENIENDO LA ESPERANZA VIVA

Cuando el COVID-19 apareció puso la vida de todos en peligro. Hay miles y miles de casos que la Organización Mundial de la Salud reporta a diario. Lo más terrible es que a pesar de que han pasado ocho meses, no hay remedio o vacuna que se haya descubierto para combatirlo. Solo hay medidas de precaución y protocolos a seguir para mantenernos a salvo.

Estoy ansiosa, especialmente en relación con nuestro futuro. Aunque cada uno tiene distintas razones para su ansiedad, todas se explican básicamente en que el hombre tiene una mala memoria de la promesa de Dios al mundo, de su amor concreto a los hombres y del abogado que Jesús envió al mundo en su discurso de despedida antes de Su Ascensión (Mt. 28:20). “Les enviaré el Espíritu Santo, que estará con ustedes hasta el final de los tiempos”.

Estamos invitados ahora a recordar la presencia y protección de Dios en nuestras vidas, en nuestro mundo. Si lo hacemos, enfrentaremos el mañana como una promesa de bien, de tal manera que el miedo y las ansiedades no gobernarán nuestros corazones. Dios sabe que somos guerreros crónicos y escépticos de Su amor, de Su promesa. Necesitamos que se recuerde constantemente que el dedo de Dios estará ahí para protegernos. Él dijo, “No teman, he conquistado el mundo” (Jn 16:33) y (Josué 1:9) “Esfuérzate y sé valiente. No temas ni desmayes, que yo soy el Señor tu Dios, y estaré contigo por dondequiera que vayas”.

Estos son recordatorios de que Dios es consistente cumpliendo Sus promesas, lo único que se nos pide es ser consistentes en nuestra confianza en Él; no olvidemos Su amor y protección constante hacia nosotros. Si Dios liberó a los Israelitas de la esclavitud y los acompaño en su viaje a la Tierra Prometida, Él hará lo mismo por nosotros, quienes no tenemos más que apoyarnos en estos días, ya que incluso “los mejores descubridores y mentes poderosas” fallan. Solo Él con nuestra cooperación y fe en Su amor nos tendrá en todo esto. Él estará con nosotros en cada momento de nuestra vida.

Confiar en Dios es más grande que cualquiera de nuestras ansiedades. 

Hermana María Pilar R. Marcelino,

Comunidad Reina de la Paz,

Baliwasan, Zamboanga, Filipinas.

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