MÁS QUE LA COPA DEL REY

¿Qué esperamos? ¿Por qué tenemos que esperar siempre?

 En las poesías de amor, los amantes siempre prometen a esperar y dicen: “aunque hacia la eternidad”. Ya sabemos que, en la vida cotidiana, la mayoría de las personas en esta sociedad no tienen tolerancia y no te digo “de la paciencia” en esperar a alguien, sino fuera de algo o alguien importante. Aunque con citas, la espera no es el tema principal sino la importancia de ser atendida.  

El cómo esperar, es la clave importante para toda la vida. Esto, nos urge para estar atento y consciente de los detalles donde estamos viviendo y también, el modo de ser con quien convivimos. Poco a poco nos dirige a una interiorización de los que aprendamos en el diario acontecimiento de la vida misionera.

En el Antiguo Testamento se nos demuestra una larga espera, casi toda la historia acontecida marca el tema de espera, una espera esperanzada. Los profetas hicieron la admirable convicción frente a cualquier situación de la vida, anunciando vida y denunciando los opuestos en mantenerla. El hecho requiere una confianza en el que es, esperanza para todos. Ellos, son, los que iba delante de los demás por parte de Dios (Ex 20,2; 1Reyes 17, 20-24), todo para mantenernos en el camino, esperando y confiando en la promesa de Dios a su pueblo.

San Pablo nos ayuda recordar en 1 Ts 4,13: “No os aflijáis como los hombres sin esperanza.” Que no somos de los que esperan en vano o que vuelve al cero por esperar.  Si mantenemos la esperanza, nunca nos defrauda al final. Precisamente, esta puntualización de tener y mantener esperanza son las líneas conductoras para quienes tendríamos que reavivar todos los días. El Papa emérito Benedicto XVI, en su encíclica Spe Salvi nº 2 dice: “… un elemento distintivo de los cristianos el hecho que tenemos un futuro y no es que conozcamos los pormenores de lo que espera, pero saben que, en conjunto, nuestra vida no acaba en el vacío”. Es por que lo que esperamos no es una cosa, sino un Alguien que nos ama y nos perdona, un amor y gesto de bondad desconocida por los hombres. Por esto, nosotras como misioneras, soñamos y buscamos caminos en hacer realidad esta creencia tanto personal como Iglesia, que hay tiempo de sanación y de felicidad capaz de enjugar “las lágrimas de la humanidad” y proclamar el júbilo. 

En el canto de “Hoy he vuelto” dedicada a María, es una melodía que toca el corazón de los hijos, por el cariño de una madre, quien siempre espera el regreso de su hijo o de una hija. Nunca se cansa de esperar. María nos enseña que el esperar es desear hacerlo todo bien, preparando la llegada del amado. En ella, se demuestra la capacidad de estar atentos y acogedores de todo lo que conlleva su regreso. Esperamos el bien que vendrá para toda la humanidad.

Así, nos seguimos entrenando, acostumbrándonos en perdonar, llorar con los demás, sentir el dolor como los que sufren, amar hasta que te duele en el alma y empeñar para conseguir aquello que tanto ansiamos ganar, una meta que trae en si el premio del bien obrar. No corriendo por la plaza o arena de futbol, sino siguiendo los pasos de valores humanos anclado en los buenos deseos y obras de caridad. El retorno de un camino hecha en a itinerancia, es algo gratificante y viene a ser como un don de Dios.  

Valentina Rebollos O.P

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