¿POR QUÉ Y PARA QUÉ NOS IDENTIFICAMOS QUIENES “SOMOS”?

Dia tras día anduvimos por los trayectos conocidos y hay veces, desconocidos. Nosotros, siempre llevamos un programado concepto de “respuesta” donde nos encontremos. Sin embargo, la realidad puede tener un cambio por la actitud y el deseo de la gente en mismo sitio, más aún por la creencia del pueblo. Es verdad, que pueden variar las respuestas en cada situación, pero siempre somos idénticos en términos de naturaleza humana y hay veces en la fe que profesamos. Por consecuencia, tejimos rostros de los que encontramos en camino, con quienes compartimos alegría, compromiso, desafío, frustración, perdida o una actitud contraria. En varios momentos, la programación queda anulada por los acontecimientos no previstos y más, por aquello que toca el corazón en la realidad donde estés.

Entre las historias particulares que llevamos en nuestra memoria del corazón y que vivimos en presente, nos permite actuar distintamente con los demás. Nos recuerda San Pablo cuando escribía a los Efesios (2,12) que antes de conocer a Cristo, “ni esperanza, ni Dios”. Creo, que somos los que llevan un sello común, de pertenencia y conocimiento de Alguien que ya nos conoce desde el comienzo, como los hijos bautizados.

¿Bautizados, para qué? Precisamente por una Razón, porque queremos tener una pertenencia. La fe por poca que sea es, lo que llevamos en el corazón, en Jesus, el Hijo de Dios. La fe en El para seguir confiando en un aprendizaje de amar, amándole. Esto es, a pesar de las tormentas de la vida, las dudas, la poca fe que se ve amenazada a lo largo del camino. En esto, queremos comprometernos y sembrar esperanza en las entrañas e historia del pueblo, el pueblo amado. Caminamos compartiendo la vida con una confianza puesta en Dios. Esto, hacemos no por cumplir leyes o promesas, sino en un compromiso personal a Él que nos ama y nos quiere salvar, el amor que gratuitamente dado desde nuestro origen. Esta es la esperanza que nos pone de pie en cada amanecer, para compartir la alegría por ser amados, el sueño de Dios. Irradiar la luz, compasión y promover la bienaventuranza de Jesus (Mt 5, 2-12) es esperanza en sí.

Los cristianos creemos en una salvación comunitaria. Nos comprometemos en un Dios trino que es comunidad y unidad en sí. Trabajamos y hacer todo lo mejor posible para la salvación llegue a todos. Sin darnos cuenta, es la historia que escribimos diariamente, entre las luchas y retos de mantener el espíritu de paz, una convivencia en comunión con los hermanos tanto en la fe como los que están en camino. Para eso, necesitamos escuchar y respetar a los que piensan distintos. En 1 Pe 2, 5.9 reconocemos nuestra identidad “como piedras vivas… linaje escogido, pueblo adquirido por Dios.”  Manteniendo esta esperanza, nos esforzamos crear lazos de comunicación, convivencia para que haga realidad el Reino entre nosotros, como hijos del mismo Padre.

Nuestra esperanza se muestra en tiempos difíciles, no en tiempos de relajación, creemos que vencer el mal y trabajar por el bien es esperanza en si para todos los creados por un Padre de amor y misericordia. Esta realización fue personificada por la segunda persona de la Trinidad, el Hijo que vino entre nosotros. El, es el mediador entre Dios y hombre. Él es, la esperanza de la humanidad por la fuerza vencedora de su Resurrección, el triunfo sobre la muerte. Jesus es la meta, el camino, la novedad que está sucediendo en nuestra vida hacia el tiempo de encuentro final con El.  “Vida de plenitud y causa de nuestra alegría”, el más esperado y deseado desde los siglos. A esto, proclamamos sin cesar, “¡Cristo vive!”.

Por tanto, somos aquellos que no tienen certeza de lo que está en camino, pero con una confianza más bien probada, en Jesus. Somos los abatidos por la realidad en que vivimos, los desconocidos por ser “fuera del ciclo”, puede ser despreciados, pero no desgraciados. Somos la corriente que fluye a contracorriente del hoy.

¡Adelante, como el envió de los 72, nos sentimos también impulsado de estar en camino!

MVP Rebollos, OP

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