APRENDIENDO DE “MIS PRÓJIMOS”

¿Quién es mi prójimo? En Marcos 12:31 se enfatizan dos Nuevos Mandamientos de Jesús es: amar a Dios y amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Como comunidad de creyentes, estamos obligados a amar a nuestros prójimos, aprender de ellos, preocuparnos por ellos y respetarlos.

Considero el noviciado como la primera vida comunitaria que he experimentado. Estoy agradecida de Dios y de mis hermanas en esta comunidad, ya que me han mostrado el camino para seguir los pasos del Señor. Al igual que la enseñanza de Santo Domingo, vigente hasta el día de hoy: “la vida comunitaria” es el centro de la misión de cada Dominico. Esto agrega peso para valorar más mi vocación y los votos que hice. De igual manera, a través de mi primera experiencia de vivir en comunidad he tenido la oportunidad de aprender de mis “prójimos de misión” y profundizar más mi fe como hermana recién profesa.

Las hermanas siempre comparten sus experiencias en misiones pasadas, sus desafíos y alegrías en sus experiencias. Como ellas se comprometen a sí mismas a la llamada de Dios a través del apostolado al que son asignadas. El “Ama a tu prójimo” realmente manifiesta la virtud de la caridad, don de Dios. San Pablo dice que el Espíritu Santo se vertió en nuestros corazones, nos fue dado y para que este don funcione en nuestras vidas necesitamos corresponder a la capacidad humana de amar, “en una relación” (tal como a menudo lo vemos en Facebook, a menudo también revela cuando alguien está enamorado). Esta amistad con el Señor es en realidad un amor maduro por el bien de los demás. Por lo tanto, “mi prójimo” tiene un gran lugar en mi vida o en mi vocación.

Para mí, es una experiencia maravillosa ser asignada aquí a la comunidad Reina de la Paz, porque he aprendido mucho de las Hermanas, como ser humilde, aceptar correcciones fraternales y por sobre todo estar siempre disponible, especialmente para las personas mayores. Vi en sus caras la alegría de cuando volvían de sus apostolados. Estaba abrumada por su acompañamiento, alegrías, risas y la sencillez de vivir en la comunidad como familia. Lo que admiré más es la importancia de la comunidad y la oración personal, las cuales, incluso si las hermanas estaban cansadas, siempre tenían tiempo para el Señor. Estos ejemplos serán siempre una inspiración para mí en mi vida de consagración.

Hay momentos en que también encuentro dificultades. Aun así, hay una hermana que siempre ofrece su oído, escucha mis problemas y me guía. Mis hermanas son siempre “mis prójimos”, una familia, mis amigos y consoladoras. Una bendición que no puedo ignorar, ya que ellas manifiestan la bondad de nuestro Señor.

Esta comunidad ha sido una gran inspiración y apoyo para mi durante mi primer año de juniorado, a pesar de que estoy totalmente consciente de que hay mucho más “aún por aprender” en la vida. Mis oraciones y esperanza se orientan a que mi presencia también mejore la vida en esta comunidad. Creo que somos como un puzle: cada una posee una parte única y especial del puzle y eso es, estar unidas en amor y unidad.

Hermana Edelita Sotero Sibongga

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