Festividad de Nuestra Señora del Rosario

Madrid, octubre 2020, Festividad de Nuestra Señora del Rosario

Queridas hermanas:

En estos tiempos arduos que nos toca vivir, con mucha frecuencia, a través de los medios de comunicación, nos intercambiamos mensajes de ánimo: “No te desalientes” “Ten mucho ánimo, esto pasará” “Vamos a confiar” “Sigamos adelante”…Mensajes con los que deseamos transmitirnos, las unas a las otras, confianza y esperanza para no rendirnos ante tanta incertidumbre e inseguridad que esta Pandemia está originando en nuestras comunidades, nuestras familias, nuestros pueblos y en todo nuestro planeta.

Si buscamos en el diccionario, la palabra “ánimo” nos aparecen otras palabras relacionadas como valor, energía, temple, aliento….El “buen ánimo” es, sin duda, una actitud ante la vida, un talante y una buena disposición que contagia a los demás optimismo y ganas de vivir. “María, mujer de la escucha, abre nuestros oídos y haz que sepamos escuchar la Palabra de tu Hijo Jesús entre las mil palabras de este mundo”.

Papa Francisco

Sin embargo, el “buen ánimo” no es producto del esfuerzo humano, nosotras solas no podemos conseguirlo por mucho empeño que pongamos en ello, sencillamente porque el buen ánimo es sobre todo un don. Es un regalo que el Señor nos concede cada día, un soplo de vida que nos mantiene la energía vital y nos hace despertar cada mañana con una ilusión renovada.

No nos animamos a nosotras mismas, sino que somos animadas permanentemente por el “Otro”, por el Espíritu. El Espíritu despierta en nosotras potencialidades, fortalezas y recursos dormidos que hasta ahora desconocíamos y nos concede la fuerza interior necesaria para no ceder al desaliento y ser perseverantes en la misión.
En esta tarea de sostener, animar y alentar, el Espíritu tiene “una cómplice”
muy especial, María, La Señora del buen ánimo, como nos comparte Dolores Aleixandre:

Señora del buen ánimo
“Ese que necesitamos todos, porque los tiempos son malos. O quizá no lo son, como tampoco es malo el invierno para la siembra, ni la poda para los árboles.
Sea como sea, es nuestro tiempo; y es en él y no en otro en el que tenemos que esperar al Señor que viene. Hoy quizá necesitaríamos
escuchar la alerta de Isaías en otra clave:
«Que los valles de añoranza del pasado se levanten y los montes
y colinas del pesimismo se rebajen. Que en el desierto del cansancio se abra una senda y que los desfiladeros sin horizonte desemboquen en el mar.…»
Pero eso no podemos hacerlo solos, porque el ánimo y el aliento son cosa del Espíritu. Oí una vez a alguien que el Espíritu es como el entrenador de un equipo que alienta a sus jugadores desde las gradas del campo. A lo largo de muchas generaciones, los cristianos hemos intuido que María es también «cómplice» del Espíritu en esa tarea de «parácle-sis», de animación y defensa de su gente, y que nadie está más apasionadamente implicado en el éxito de nuestro juego.

Saber que jugamos en su presencia, contar con su apoyo y su fortaleza silenciosa, como debió de contar Jesús cuando tenía que enfrentarse con el cerco de resistencia y rechazo de muchos. Acudir a ella y recordarle — «Memorare, o piísima Virgo María»— que lo suyo es seguir siendo matriz cálida donde se forma la Iglesia, tierra fértil que abriga y cuida sin prisa el florecer de la pequeña semilla llamada a convertirse en un gran árbol.

Y que ella, María, paciencia de Dios para nosotros, primera cristiana en vivir eso que Pablo llama la «hypomone», el aguante activo, nos contagie su capacidad de soportar la dureza de la vida sin perder la ternura”De Dolores Aleixandre RSCJ, Círculos en el Agua. “Más pequeña que cualquier semilla”.

En un día tan significativo y entrañable para todas nosotras como es la Fiesta de la Virgen del Rosario, Patrona de nuestra Congregación, nos sentimos muy unidas y en comunión con todas las hermanas para desearos un Feliz Día y una alegre Celebración en todas las comunidades.
Hoy más que nunca, en tiempos de Pandemia, 102 años después del nacimiento de nuestra familia de Misioneras Dominicas del Rosario, el lema de nuestro Centenario, “Creando y compartiendo esperanza”, se convierte en nuestro mayor desafío.

Pedimos a María, Madre de Jesús y Madre nuestra, que interceda por toda la Congregación animando nuestro diario caminar. Como nos dice Dolores Aleixandre, que ella nos contagie su capacidad de soportar la dureza de la vida sin perder la ternura y nos conceda vivir el “aguante activo” que tanto necesitamos en estos tiempos recios que nos ha tocado vivir.
¡Señora del buen ánimo, ruega por nosotras!
Un abrazo con mucho cariño

Hermana Raquel Gil

Coordinadora General

Misioneras Dominicas del Rosario.

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