¿QUIEN ERA MONSEÑOR ZUBIETA?

Los testimonios de personas que compartieron la vida misionera con M. Zubieta son garantía de su gran personalidad, de su santidad, (“Yo lo he visto”, lo he “experimentado”, “soy testigo…) y quizá tienen más fuerza que las “palabras” que podamos recoger en escritos diversos de su época.

La figura de un misionero:

1) ¡Con qué ternura abrazó el P. Zubieta a los nuevos misioneros! ¡Cómo celebró aquella sorpresa tan agradable para su corazón! ¡Había que verle! En semejantes circunstancias su cara se encendía al rojo vivo y sus ojos se volvían perlas Podemos afirmar que el padre más tierno y cariñoso no podía hacer más por el hijo amado… Si tenía un corazón de león para las grandes empresas, lo tenía de madre para los misioneros…”- (“El P. Zubieta”, de W. Fernández)

2) “El gran explorador de la Montaña del Perú, cuando se olvidaba de sí era un coloso, cando volví sobre sí, era un niño. Al tratarlo en la intimidad eso era lo primero que se advertía, y ese era sin duda el secreto de su atracción y simpatía que inspiraba: porque nada encanta tanto como la humildad en la grandeza. Ignorando sus talentos y buenas cualidades, se consideraba el más inútil de los hombres. Vivía con la obsesión de renunciar a su puesto por parecerle que era un obstáculo para el bien de la misión. Era dócil a las menores indicaciones, casi hasta el exceso, pues si alguna vez se le notaba vacilación en sus decisiones, esto era generalmente porque prestaba demasiada atención al parecer ajeno.” (P. Osende en Misiones Dominicanas del Perú, 1922.-)

3) “Le conocí a finales de 1919; era alto, robusto, de rostro grave, color sanguíneo y gesto noble. No era de palabra fácil; se le notaba el acento suave de los americanos y cierto aire de distinción que no llegó a borrar el carácter ribereño. En cuanto se le trataba, inspiraba confianza y simpatía; era llano y sencillo, sin rebajarse; ocultaba cuanto podía las insignias episcopales; huía de ceremonias y revelaba un gran corazón. ¡Cuántas veces rodaban por sus mejillas lágrimas furtivas, que no podía reprimir ni ocultar!”

(M. Sarasola: Personalidad de MZ. – Lima 1921)

4) “[…] Sí, la muerte de Monseñor Zubieta fue un rudo golpe para todos; en lo mejor nos faltó su dirección, su ayuda material y moral, su amor de padre, su prestigio inmenso, sus experiencias de veinte años. ¡Era un coloso y un santo! Dotado de cualidades singulares y apropiadas a su altísima misión, fue él quien logró hacer, más aun, crecer de la nada unas misiones que son el orgullo y aún envidia de los demás;(…) nuestra misión del Perú, Urubamba fue elevada a la categoría de Vicariato Apostólico, hace ya diez años y solo Dios sabe las proezas de aquel hombre providencial. Lo que más me impresionó al entrar en esta casa-Noviciado fue ver ese hermoso retrato al óleo, por cierto, pintado por una de nuestras novicias…. ¡Nuestro Santo Fundador! Lo lloramos y lloraremos (…) esta fue la casa de sus más ardientes anhelos, su sueño dorado, sus esperanzas… Si ahora viniese aquí, y contemplara estos pabellones, capaces para cien novicias; si viera estas treinta y cinco religiosas y esta observancia dulce y austera y estas escuelas misionales y este espíritu y esta huerta… ¡Oh, hubiera sido demasiado!” (Entrevista a M. Ascensión: AGOP-Revista “El Smo. Rosario” -Tomo 38-(1923)

 

5) El mismo M. Zubieta expresa su espiritualidad:

“[…] Voy a terminar esta carta: Ten paciencia y resignación en todos los trabajos y ofrece a Dios todo. Procura conformar tu voluntad con la de Dios, y haz todo por su amor y llegarás a un alto grado de perfección.

No os hablo de la oración de quietud, de unión, etc. etc. eso se queda para espíritus contemplativos, tranquilos y sosegados; mi alma templada en los sufrimientos de toda clase de tribulaciones se contenta con unirse a Dios, cumpliendo su Divina voluntad, aun a costa de todos los padecimientos; se contenta con ver a Dios en todo y actuar sus designios con una fe ciega en El y en sus Obras, siempre dispuesto a dar la vida por Dios y la salvación de las almas que El redimió con su preciosa sangre.” Mil veces la he expuesto a peligros inminentes, si Dios no la ha aceptado y me ha sacado del fondo del río, El sabrá porque lo hace: el sacrificio estaba hecho. Te bendice tu padre que te quiere santa. + Fr. R. Zubieta”.

(Carta de M. Zubieta a M. Paz V.-Arequipa, 1918)

6)- Algunas impresiones que he sacado al leer su vida.

-La espiritualidad misionera de Mons. Zubieta es una espiritualidad de frontera, es decir la opción de vivir y transmitir el evangelio en tierra extraña, llevar las maravillas que el Espíritu realiza en la construcción del Reino. […] 

Mons. Zubieta nos entrega también la espiritualidad de la sencillez, en la que los pobres y marginados, sus “chunchos”, se sentían cómodos, como en el Evangelio se sentían los pobres con Jesús. […]

-Al leer los escritos de Mons. Zubieta he tenido la impresión de haberme encontrado con un cristiano, con un sacerdote, con un religioso, con un misionero que ha vivido el amor misionero llevado a las alturas de perfección y santidad. (P. V., OP. Lima 2004)

Hermana Cecilia Valbuena

Madrid.

Nota: Al leer los escritos de M. Zubieta, hay que tener en cuenta la teología de esa época, y valorar algunas expresiones con el contenido y el lenguaje actual. (Aporte de C. V.)

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