Perder y ganar en la vida de la Beata Ascensión Nicol Goñi

Perder y ganar no son dos polos antagónicos, sino que ambos, desde la idea que quiero expresar, se complementan e iluminan mutuamente. Como muy bien expresa Dolores Aleixandre “ganar perdiendo, perder ganando”.

Se puede decir que la vida tiene sus contradicciones, por eso para ganar hay que saber perder. La pérdida a la que me refiero en este escrito es aquella que tiene que ver con renuncia, sacrificio para lograr alcanzar un objetivo, un sueño, una vocación, que en la Beata Ascensión Nicol no era otro que entregar su vida al Señor a través del servicio a los más pobres y excluidos. Nuestra fundadora escuchó en su interior la voz de Dios y respondió con generosidad a esa llamada, igual que lo hicieron Abraham, Moisés, la Virgen María y otros personajes de la Biblia: “Yahvé dijo a Abram: «Deja tu país, a los de tu raza y a la familia de tu padre, y anda a la tierra que yo te mostraré…” (Gn.12,1-2). Ascensión Nicol hizo realidad este texto pues dejó su familia, su tierra, el convento -era religiosa de semi clausura en Huesca, España-, sus amigos y amigas, sus costumbres… y no con mucho entusiasmo, como ella misma lo expresa: “No sentí grandes entusiasmos. Sólo una fuerza irresistible me llevó a ofrecerme porque temía defraudar los designios de Dios sobre mí”, pero sí con una firme convicción y decisión, se ofrece e inicia así una nueva vida, una nueva vocación.

Así mismo, Nicol Goñi, concretizó en su persona lo que le pasó a la Virgen María cuando el ángel del Señor le anuncia que va a ser la madre del Salvador: “María quedó muy conmovida al oír estas palabras, y se preguntaba qué significaría tal saludo…   ¿Pero cómo va a ser esto si no conozco varón? He aquí la servidora del Señor, hágase en mí, según lo que has dicho” (Lc 1,26- 38).

Madre Ascensión es consciente de que ese ofrecimiento le va a complicar la vida, pero ella ha escuchado la necesidad de que los nativos conozcan sobre Dios y su proyecto de amor: “Allá en las misiones se le ha informado que los pobres nacen y mueren sin conocer el proyecto de Dios sobre ellos, sabe que es necesaria una presencia solidaria” (Una mujer que hace Historia, pp 11 y 12). Por todo eso ella se aventura río adentro y con otras hermanas, se interna en la selva peruana, concretamente en Maldonado, en busca de ese nuevo sueño, esa nueva vocación: la vocación misionera, que la lleva a los lugares más inhóspitos a anunciar la Buena Noticia con su testimonio y palabra, a los preferidos de Jesús: los pobres y excluidos.La Beata Ascensión Nicol asumió en su vida lo que expresa la Constitución de la Congregación (1918):” Esta vocación está llena de riesgos, y así deberá asumirla la religiosa aceptando hasta la muerte, si fuese necesario, por amor a Dios y a los hombres”. Muy convencida ella decía: “Aquí se necesita espíritu bien templado, amante del sacrificio”.

 Expresa Dolores Aleixandre: “Qué extraña sabiduría, qué vuelco se nos exige para conformar con los criterios del Evangelio nuestra idea de lo que es salvar la vida o perderla” (https://espiritualidad-cotidiana.blogspot.com/2017/06/el-juego-de-perder-ganar.html). Con alegría y admiración decimos que la Beata Ascensión y las primeras hermanas fueron las pioneras, como mujeres consagradas, en entrar y vivir en la selva del Perú, concretamente en Maldonado. Ellas llegaron a amar la Naturaleza, vivían en armonía con los animales salvajes, los ríos caudalosos, la luna, las estrellas, con todo lo que ofrecía el Dios creador del universo.  Beata Ascensión era muy contemplativa. En todo veía la presencia de Dios.  En la selva se sentían más cerca de Dios, como ella expresa en algunos momentos.  Las hermanas, aprendieron de los indígenas a amar la tierra de tal manera que llegó a ser para ellas ¡la Madre Tierra! Una tierra que cultivaron con sus propias manos para poder alimentarse y compartir lo cosechado con los demás. Una tierra que les recordaba su origen y su final, de dónde salieron y hacia dónde retornarían.

El perder nos hace tomar consciencia de que ningún camino es fácil.  Las hermanas que conocieron y vivieron con Ascensión Nicol expresaban con qué entereza vivió su vocación sin dejarse amedrentar por nada ni nadie: “Ninguna dificultad, contrariedad ni privación lograron apartarla de su nueva vocación” (Abriendo horizontes… continuamos el camino, p.27). En la vida siempre se presentarán obstáculos que nos retarán o querrán apartarnos del camino. Pero es ahí donde debemos recobrar fuerza para seguir adelante, como muy bien dice Jesús: “En el mundo tendrán tribulación, pero no teman yo he vencido al mundo” (Jn 16,33).

Según lo leído y reflexionado sobre la vida de esta gran mujer, podemos señalar que el Reino de Dios era su pasión, traducida en una opción radical por los más pobres. Por ellos fue capaz de dejar cuanto tenía “su familia, convento, cargo, prestigio personal como docente, porque ha encontrado el Reino como piedra de gran valor” (Una mujer que hace historia, p. 10).

Céspedes, G. en el libro; Madre Ascensión Nicol, Reflexiones sobre su vida y misión (2005), señala que: “Ascensión Nicol y Ramón Zubieta acogiendo la invitación del Dios que los eligió, se marcharon al mundo de los pobres, produjeron frutos y hoy podemos constatar que su fruto ha durado. Esa semilla primera sembrada en la tierra de los pobres hoy continúa en los distintos lugares de los cinco continentes a donde nuestro Carisma nos ha llevado” (P. 23).

Dioselín Ulloa Sánchez

Misionera Dominica del Rosario

Cabral, República Dominicana.

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