El leproso dice a Jesús: si quieres puedes limpiarme, esto muestra una confianza total y la respuesta de Jesús no la defrauda. No le pide que le cure, sino que le limpie, es decir que le libere. No sólo va a desaparecer la enfermedad, sino que también le restituye a la vida como miembro activo de la sociedad.
Entre Jesús y el leproso hay una complicidad, los dos transgreden la ley. El Leproso se muestra valiente a la vez con temor a ser rechazado por transgredir la ley. Pero los dos van más allá de la ley.
Jesús le tocó, en la traducción original significa le sujetó, le ató, le enlazó, es decir que le dio un gran apretón de manos y luego lo abrazó por un largo tiempo. Jesús sabía que podía contagiarse. No sólo está por encima de la ley, sino que pone en riego su propia vida.
Quizá todos en algún momento nos hemos sentido “excluidos” por Dios por nuestros pecados, esa lepra es aún peor, pero Dios es siempre misericordia y nunca nos aparte su amor. Podemos volver a Él y dejarnos apapachar (abrazar, acariciar con el alma). Esta experiencia es el primer paso para no excluir a los demás.
Contagiemos el amor, la libertad, la salud, la alegría de despertar cada día, eso también es contagioso y nos da felicidad.