RAMON ZUBIETA Y SU PUZZLE

Respondo a la invitación de escribir mi experiencia contigo, Ramón Zubieta. Y cuando fui a insertar en el escrito alguna cita sobre ti, me encontré contigo.

Sí, claro que te conozco desde hace más de 50 años. Mejor dicho, ahora veo que solo tenía una idea de ti.

Sabes, tu vida, o mejor tú en Perú, es como el marco de un cuadro en el que hay que poner muchas piezas hasta conseguir colocar armónicamente todas y cada una de ellas.

De entrada a la Prefectura Apostólica de Santo Domingo de Urubamba y Madre de Dios, más tarde Vicariato de Maldonado, visualizas el territorio inmenso con tantos colores, su población nativa, la invasión mercantilista, las “relaciones” sociales, las distancias, las posibilidades de promoción humana y cristiana de la gente, equipos en acción, comunicaciones, presupuestos… Y montas tu estrategia. Pero si no tienes ni gente, ni materiales, ni tan siquiera un sol en tus bolsillos…!

Pues te lanzas a lo que sea, así te cueste la vida. Y tocaras todas las puertas y todos los corazones, y utilizaras todos los resortes. Iras consiguiendo lo que quieres. El sufrimiento y la depresión que sufres con frecuencia –a veces olvidamos que las personas que han sido torturadas como tú, reviven la experiencia- te acosaran inmisericordemente. Pero serán también un acicate para sacar el proyecto adelante.

En pocos años, la obra no está terminada. Ni lo pretendías. Pero has ido poniendo las piezas fundamentales. Ahí quedan puestos de misión de tus hermanos dominicos, gente visitada y abrazada por ti a lo largo de los ríos, la fundación –juntamente con Ascensión Nicol- de las Misioneras Dominicas entregadas a la promoción de la mujer desde su infancia, capillas y escuelas, caminos, viviendas, aperos de labranza y materiales de construcción…

La correspondencia merece mención aparte. No imagino tu equipaje sin una libreta, un tintero y una pluma. Todo con aquella pasión tuya, con toda tu alma, con tu gran corazón, con aquel buscar lo que Dios quería.

Con todo lo que estoy diciendo de ti pareciera que eras Superman. Pero no estabas solo. Ascensión Nicol acompañó tus proyectos, tus penas y tus alegrías, tus angustias y soledades, tus penurias económicas y tu hambre, tu amor a los desfavorecidos, tu caminar infatigable… De cerca o a la distancia, por los ríos o por la montaña, en Maldonado o en Lima, en Perú o en España, en la oración y con la gente, en la vida y en la muerte.

Cuando pienso en el amor que la tenías –también a las demás misioneras-, mejor dicho, que se tenían, expresado de mil maneras, comprendo mejor el florecimiento de la obra emprendida. Erais amor, apoyo, confianza, fidelidad, animo, lealtad, esperanza, paño de lágrimas, consuelo… el uno/a para el otro/a a partes iguales. Por lo que respecta a la Congregación de Misioneras Dominicas del Rosario, es imposible pensarla sin el concurso de los dos.

Tu que tuviste la gripe del 18 (1918=cantidad estimada fue de al menos 50 millones de muertos y alrededor de 500 millones de personas o un tercio de la población mundial infectada con este virus.); tu que ya no te cansas porque dejaste tu cuerpo entre nosotras; tu que sigues siendo para las Misioneras Dominicas del Rosario –junto a Ascensión Nicol- faro y guía, impulso y Carisma, acompáñanos a las periferias. Por ahí se empieza un puzzle, ¡tu sabes!.

María Pura González, MDR

República Dominicana

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