Dios nos amó primero

La Buena noticia Jn. 15, 9-17

“Ustedes no me eligieron a mí; he sido yo quién les eligió a ustedes…” (Jn. 15,16)

“En esto consiste el amor, no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó primero”. (1Jn. 4,10)

La invitación de Jesús es a amar como Él ama. No es una invitación a amar a Dios o a Él. Nuestro amor debe ser la consecuencia de haber experimentado el amor primero, el amor de Dios. Un amor que brote de dentro, gratuito, sin interés.

Un teólogo explicaba que Dios no tiene la cualidad de amar, sino que es el Amor en esencia, por lo tanto, no puede dejar de amar un solo instante, porque si lo hiciera dejaría de ser Dios. Además, a Dios no se le puede amar como se ama a un objeto, porque “Dios es el amor con el que yo amo”.

No se trata de esforzarnos por amar a los otros, eso sería un desgaste de energía sin frutos. Consiste en descubrir el amor que hay en mí de Dios, ese potencial pleno de donde brota todo bien.

Se trata de un estado permanente de plenitud y bienestar, por haber encontrado nuestro verdadero ser y descubrir que es pleno, eterno, inmutable, indestructible, luminoso. Cuando vivamos esta experiencia desaparecerá todo miedo. Sin miedo no hay sufrimiento. Podremos entonces “hacer el bien sin mirar a quién” y vivir la alegría profunda, aún en medio de los signos de muerte.

(Hna. Naroa Andino Granja)

 

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