ORACIÓN – P. ZUBIETA

Al salir de Filipinas, el amor te impulsó a abrir nuevos caminos
en la selva peruana. Y ante la realidad que afrontaba la mujer,
invitaste a las religiosas a colaborar en el proyecto evangelizador.
M. Ascensión y otras hermanas dominicas,
aceptaron tu invitación y siguiendo tu ejemplo, también salieron…
Colaboraste a formar en ellas nuevas evangelizadoras,
que, con su vida, nos enseñaron lo que aprendieron de tu vida misionera.

No te faltaron dificultades, pero tu abandono al Padre
te llevó a no temer lo que pudiera ocurrir.
Poco te importó el sufrimiento, si … buscabas la gloria de Dios,
que se hizo una fuente de energía en lo hondo de tu ser.
Obediente a la voz del Pastor, quisiste vivir para los pobres
y te entregaste humildemente a la tarea de la liberación.
Tu corazón sensible se sintió dolido por la miseria,
y miraste aquella realidad con ojos compasivos.
y abriste camino para ser fiel a los designios de Dios.

Con ellos echaste tu suerte, y llegaron a ser tu tesoro.
Abierto a la alegría y al sufrimiento del pueblo,
feliz, compartiste su pobreza, te abriste a la esperanza y
trabajaste por el bien de los demás.
En tu rostro nunca faltó una mirada de consuelo;
tu dulzura ensanchó los corazones abatidos de la gente.

Conservaste en tu faz una dulce sonrisa como el sol cuando sale,
claro reflejo de que el Señor dirigía tus pasos. .
Dios te hizo misionero a todo riesgo
y te llamó a construir un mañana mejor.
Te hizo generoso para todos, servidor del pueblo,
al que te donaste con generosidad.
En el centro de tu corazón reservaste una mirada para Jesús,
que te llenó de confianza y esperanza.
Por eso también la tuviste para los más necesitados,
y para las misioneras que siguieron tus pasos.

Comunidad Stella Maris, 3ºpiso

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