RECORDANDO Y AGRADECIENDO A NUESTRO PADRE FUNDADOR RAMÓN ZUBIETA, MISIONERO – 2021

Queridas Hermanas: Quisiera comenzar mi reflexión sobre nuestro Padre Fundador, recordando el refrán español: “Es de bien nacido, ser agradecido “al que suscribo. Este año del Centenario de su Pascua, es una buena oportunidad para rememorar su Personalidad, su Vida y Espiritualidad, interiorizar algunas de sus experiencias más audaces, apreciar también su capacidad soñadora para diseñar proyectos misioneros en favor de la vida de los Pueblos donde realizó su misión, y valorar las decisiones firmes y valientes que tuvo que tomar a lo largo de su vida. Transitaré su historia misionera, sobre la que quiero reflexionar y profundizar su vida. Todo, con la idea de vivir este año de su Centenario con mucha ilusión, esperanza y alegría mirando desde el corazón y la fe, quisiera también, comunicar mi experiencia.

Mi reflexión se fijará singularmente en su dimensión MISIONERA, simplemente, porque hay que limitarse, aunque todo lo que hace referencia al Padre Fundador , es de gran interés para nosotras.

Ramón Zubieta nació en Arguedas, Navarra en 1864. Personalmente, lo conocí a través del Folleto escrito sobre él por la Hna. Isabel Martin-Tesorero. Así que desde el principio tengo una bella imagen de su Infancia: La de un chaval alegre, bondadoso, de buen corazón, noble, sano, sensible para ayudar a los demás y respetuoso en su entorno familiar, que le inculcó valores humanos y el sentido cristiano de la vida. Valores que le marcaron para siempre, por que echaron raíces formando los estratos de su “ser profundo”, desde su más tierna infancia. Desde pequeño, quiso ser sacerdote dominico. Tenía devoción particular a la Virgen de su región, Ntra. Señora del Yugo, la Eucaristía y era muy amante del Rosario misionero.

Su ilusión fue ir a China, pero lo destinaron a Filipinas. En el contexto de la guerra de Filipinas, su vida estuvo en peligro y tuvo que esconderse, refugiándose en los bosques donde vivían “Los Igonotes “aborígenes de la Isla de Luzón en Filipinas. El Padre, con esa forma de ser tan cercano y cordial, fue un gran apoyo para sus compañeros presos en la cárcel.

Ramón Zubieta, es un gran misionero con espíritu misionero, valga la redundancia, porque así es. Con una ESPIRITUALIDAD de frontera, profunda y profética y de gran sensibilidad y capacidad de organización y planificación en la vida práctica. Espíritu claro para trazar sus objetivos que le llevaban a conseguir las metas que se proponía. Con su bondad y simpatía, siempre buscó caminos de amistad con la gente en general y en este caso, con los filipinos. No pocas veces tuvo que renovar su opción misionera en mdiferentes momentos, motivado por el progreso de la misión y porque los pobres tenían necesidad de él. Fue también fuente de inspiración en la misión de la Iglesia. Por su carácter llano y sencillo, era de todos respetado y querido.

Una vez liberado de la cárcel, un tiempo después, fue nombrado Obispo del Vicariato de Puerto Maldonado; territorio desconocido y atravesado por ríos de difícil acceso, por los que navegó para llevar la Buena Noticia a aquellas Tribus, llevándoles el desarrollo que poco a poco se haría Integral en aquella zona. Recorrió buena parte de la geografía, tendió líneas telegráficas y telefónicas para establecer la comunicación entre los Pueblos. En realidad, es en la Amazonia donde desplegó su potencial evangelizador, hizo gran esfuerzo de inserción entre los indígenas: Aprendió sus lenguas, creó diccionarios. “Yo me pasaba horas con los nativos pequeños y grandes, empeñado en formar un vocabulario de su idioma” dice el P. Zubieta. Y una se imagina todo lo que entraña un trabajo de tal envergadura…

El Gobierno del Perú le reconoció su audacia y capacidad para afrontar el riesgo, y le condecoró por sus méritos de descubridor y por la ayuda que dio a aquellos grupos humanos que encontró en la selva.

De espíritu emprendedor, arriesgado y trabajador construyó puentes, conventos, iglesias, donde él mismo hacía de arquitecto, maestro de obra y hasta de peón. ¡Qué más le da a un misionero, todos los trabajos dignifican a la persona!

Un padre BUENO, que junto a las Hnas. se abrieron el camino porque amaban a su pueblo. El Padre soñaba y quería una sociedad diferente para los habitantes de la selva y quería hacer visible este abandono de las Comunidades. Caminó con los indígenas en sus dificultades, no espiritualizó situaciones frente al mal, porque lo que Dios quiere es que el hombre sea feliz. Por eso Monseñor Zubieta, se hizo defensor de los Derechos Humanos de los indígenas y de su dignidad de hijos de Dios, porque eran explotados por los Caucheros, vendidos sus hijos y mujeres y tratados como esclavos. Así que dirigiéndose a los Caucheros y les dijo: “Nos oponemos a las Correrías que son la trata escandalosa de seres humanos “.

El Padre ante una situación tan deplorable, se decide y apuesta por la EDUCACIÓN de los niños y niñas de la selva, allí conoció también la penosa realidad en la que vivía la mujer, a quien tanto apreció y valoró siempre, y decidió que la presencia de las Religiosas era indispensable en aquel medio, donde el desarrollo aún no había llegado. Así que se puso, “manos a la obra “: Vino a España buscando Monjas Dominicas que de forma voluntaria, fueran a aquella misión. Llegó al Convento de Huesca y encontró algunas Hnas. entre ellas la Madre Ascensión Nicol, que más tarde sería nuestra Fundadora.

Un misionero ABIERTO a la vida, al hermano, su apertura y creatividad, siempre ha sido una constante en su vida. Con gran visión de FUTURO, quería, sin duda, asegurar su misión evangelizadora y para ello, realizó su Obra “estrella”: La Fundación de las Misioneras Dominicas del Rosario, que les permite extenderse por el mundo entero (no las encierra en su Vicariato) y buscar a los pobres, ayudarles a salir de su pobreza. La que fuera: Material, moral, social, religiosa….

Finalmente, fue un hombre de “UN AMOR, SIN MEDIDA” , como reza el título del Boletín de su Centenario: fundado en la donación gratuita, de donde radica su libertad. Asumió su misión hasta la muerte, guiado por la obediencia y convencimiento de que Dios así lo quería. “¡Que se haga lo que Dios quiera!”, decía con frecuencia.

Falleció en la brecha en Huacho en 1921 a los 57 años. No quiso tomarse un tiempo para reponer su salud. Dejó una huella de generosidad y de compasión por donde pasó, porque supo reconocer en los nativos, el Rostro de Dios.

Durante mi estancia en África, República Democrática del Congo y Camerún, tuve la oportunidad de impartir en grupos de Formación varias Encíclicas Sociales de la Iglesia; solo citaré una, que además tuvo muy buena acogida entre los misioneros: “La Populorum Progressio “del Papa Pablo VI (marzo 1967) Entre otros, su nº 11, habla de la Iglesia y Desarrollo de los Pueblos. Entonces, yo tenía mi juventud y quiero recordar el impacto que me causó. Al poner en parangón el contenido de este punto y de otros, y la distancia en el tiempo con la obra realizada por Ntro. Padre en la selva de la Amazonia Peruana, sentí una alegría inmensa y un orgullo profundo de constatar que más de 60 años antes de la publicación de la Encíclica, el Padre Zubieta había sido pionero del desarrollo, que lo quiso integral en aquella zona: Había creado estructuras, había trabajado en la humanización, había llevado la Educación, y había puesto a la persona en el centro de todo. Desde su convicción cristiana, trabajó en la Evangelización, llevando la Buena Noticia y la fe en Jesucristo a sus hermanos.

He de confesar mi alegría de tener al Papa Francisco y su visión fraterna y universal, su empeño porque los derechos humanos se respeten en igualdad con todas las personas, sin excluir a nadie porque todas tenemos la misma dignidad: Emigrantes, pobres, marginados excluidos, maltratados, ignorados. Veo muchas similitudes entre el Papa actual y Ntro. Padre Fundador: Respeto a la dignidad sagrada de la vida, Su lenguaje abierto y claro, su visión universal sobre la humanidad, Un amor afectuoso, tierno, abierto y sin fronteras, que va más allá de su Cultura, Nación, Continente. Su amor al pobre, marginado, necesitado. Vivir en VERDAD, sin engañarse a uno mismo.

“La Verdad es una compañera inseparable de la Justicia y de la Misericordia” nº227 ( Fratelli Tutti )

Hoy también la Pandemia del Covid-19, ha puesto al descubierto situaciones de marginación, fragilidad y vulnerabilidad de los sectores pobres, la falta de equipos y medios sanitarios para todos. La desigualdad social entre Países y Continentes. La misión, siempre está para cumplirse en el día a día de nuestra existencia, hasta la eternidad, así es para todos. ¿Qué hemos aprendido de esta situación este año?

Ojala que hayamos aprendido a ser hermanos de todos y que “El Prójimo” es todo aquel que necesita de nosotros.

Lo que importa es encontrar a Jesús que es quien da sentido a toda nuestra vida, comprometernos en su Proyecto y reconocer su Rostro en cada hermano. Es justamente lo que hizo Ntro. Padre. Que su ejemplo nos ayude a ser auténticas misioneras para generar FRATERNIDAD, VIDA e IGUALDAD en nuestro entorno. Ayúdanos a crear un mundo más digno, sin hambre, sin pobreza, sin violencia, sin guerras, y a realizar proyectos comunes, de esperanzas compartidas.

Quisiera terminar, reiterando mi gratitud al Padre Fundador Ramón Zubieta y Les, por su ejemplo de fidelidad y entrega al Proyecto de Dios, en favor de los más necesitados, con un corazón compasivo y misericordioso.

Burriana,

abril- 2021

Hna. María Carmen ASIAIN

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