Sanarnos para sanar

La Buena Noticia Mc. 7, 31-37

Al parecer no es posible llevar a los otros ningún mensaje del Reino de Dios, si antes no nos hemos empapado de él.

La idea de que “todo cambio comienza por ti” tiene más fuerza y trascendencia de lo que nos imaginamos.

 Si no cambiamos nosotros, todo lo que decimos y hacemos por los demás quedará en palabras y actos bonitos, que no transforman vidas.

El Reino de Dios es amor incondicional, es apertura hacia dentro para iluminar fuera. Jesús pronuncia “Ábrete”, es decir, confía, déjate ver, déjate querer tal como eres.

El reino es también fraternidad, sobre todo con los más pobres. Esto implica dejar de excluir a las personas por la razón que sea. Y también que los excluidos se valoren, se acepten y se amen, dentro de su realidad.

Preguntémonos ¿a quién tratamos con más atención, a los pobres o a los ricos? La respuesta a esta pregunta nos da la medida de la presencia consciente de Dios en cada uno.

En el tiempo de Jesús ser sordo mudo no era un problema de salud, sino muestra de que Dios le había abandonado, por lo tanto, la religión también la ponía fuera. Jesús reintegra a todos, muestra que Dios no abandona a nadie, que acoge y ama a todos por igual.

(Hna. Naroa Andino Granja MDR)

Compartir esta publicacion