A LA ESCUCHA DE LA BENDITA RUAH DE DIOS

Entre los días 9 al 14 de enero de 2022, nos hemos reunido como comunidades de América del Sur para realizar nuestro retiro anual, nos ha acompañado virtualmente la hermana Carme Soto.

Mediante sus sabias palabras nos ha invitado a realizar nuestro itinerario de oración, comenzando por hacer la experiencia de levantar la tienda del encuentro,  y allí aprender a escuchar, a sentir de una manera nueva, tomando conciencia de nuestra historia con sus luces y sombras, pero con la seguridad de que Dios siempre está de nuestra parte, “El Señor hablaba con Moisés cara a cara, como habla un amigo con su amigo”.

Seguidamente profundizamos en la experiencia de Dios que tiene Moisés, quien conoce a Dios porque él se ha revelado, porque le ha mostrado su gloria en ocasiones anteriores, pero como nos pasa a nosotras también no acababa de descubrir la hondura de su presencia.

Nos invitó a hacer camino también con Agar “he visto al que me ve” es el nombre que ella le da a Dios a partir de su experiencia de sufrimiento y liberación.

Seguidamente nos acompañan Abraham y Sara, su historia comienza como la nuestra: con una llamada a SALIR y con una PROMESA a RECIBIR. Nos centramos en la experiencia de Sara con su dolor por la esterilidad, y cómo es capaz de recibir la promesa y ríe ante la misericordia sobreabundante del Dios de la Vida.

La Palabra nos invita a “ensanchar la tienda” para acoger lo diferente, lo que está lejos, lo que es ajeno. Ensanchar la tienda para que quepamos todas. Ensanchar la tienda para tejer juntas un nuevo hogar que nos fortalezca como hermanas, como herederas de una promesa y una tierra, como compañeras de camino.

Los discípulos y discípulas abrazaron con entusiasmo y radicalidad la llamada de Jesús, se sintieron sanados/as y agraciados/as en su compañía, pero también vivieron la frustración y el desaliento, se sintieron rechazados/as por su entorno, criticados/as y perseguidos/as, tuvieron que reorientar sus expectativas y no les fue fácil ver, más allá de la cruz, al resucitado. Nosotras como las discípulas estamos llamadas a caminar tras Jesús, adherirnos existencialmente a su causa, vivirnos sostenidas en las manos de un Dios que es misericordia y perdón, que produce vida y dinamismo, camino y compromiso.

Nos conectamos con la experiencia de la suegra de Pedro, quien obedece pronta a la llamada de Jesús, abandonando una actitud servil y se empodera como servidora de la comunidad. El eco de su acción remite a la propia expresión identitaria de Jesús que se presenta como servidor: el Hijo del hombre ha venido a ser servido sino a servir.

La reflexión del sermón del monte nos invita a imaginar un mundo alternativo en el que la opresión ceda ante la misericordia, las relaciones sean justas y equitativas y todas y todos puedan acceder a los recursos disponibles.

La experiencia de la samaritana, con Jesús, le permite descubrir lo más auténtico de sí misma y es capaz de conocer a Jesús de forma diferente, creer en él con una fe renovada. Su descubrimiento la dinamiza y le hace abandonar el pozo y su cántaro y regresar a su ciudad, con una mirada nueva y una palabra de anuncio (Jn 4, 28-29).

Seguir a Jesús, implica acompañarlo en el camino de Jerusalén, allí les enseña a sus discípulos que seguirle es afrontar la impotencia y el fracaso, es sostenerse en la fidelidad sin medidas ni recompensas. Camino de Jerusalén descubre que sus compañeros y compañeras de camino estaban lejos de entender esto, aunque lo habían dejado todo para seguirle.

Se nos invita a no apagar el Espíritu, a encontrarnos con la propia fuente y con quien la ha hecho brotar en lo más íntimo de la existencia, la fuente abre los deseos y nos educa la mirada para contemplar la vida con ojos nuevos, y asumir el reto de encarnar una mística nueva.

Para cerrar el retiro, se nos invitó a cuestionarnos sobre el vino nuevo en nuestras vidas, si estamos dispuestas al cambio, a la alegría de un nuevo comienzo, si estamos atentas a hacer lo que Jesús nos diga…

La danza de la sabiduría que preparó la hermana Carme para concluir fue muy hermosa, nos permitió vincularnos con la experiencia creyente de las mujeres bíblicas y como estamos llamadas como ellas a la osadía, a la esperanza y a la gratitud.

“Escuchadme, hijos e hijas de esta tierra

Abridme las puertas de vuestras esperanzas y sueños

No os dejéis intimidar por quien pone limite a vuestras ilusiones

Romped los abismos que os separan de la justicia

Dejad espacio para que entre el grito solemne de la Santa Ruah

En aquel día la sabiduría convidó a un banquete a nuestras antepasadas, aquellas que a lo largo de la historia escucharon su voz, aquellas que junto a Miriam supieron danzar a la orilla de mar”.

Damos gracias a Dios por la oportunidad que nos ha brindado de vivir este retiro como espacio de renovación, esperanza, conexión con nuestra fuente y experiencia de conversión personal. Sentimos la invitación a tener un corazón abierto al desafío de la nueva provincia de América del Sur.

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