¿QUIÉN ES EL, QUE SOY SU MISIONERA RELIGIOSA MILENIAL?

“La vida religiosa no sirve de nada si no se encuentra con Dios en el Convento”

El primer día del 2013 decidí ingresar al convento. No sabía lo que significa ser Religiosa Misionera. Todo lo que sabía era que estaría con Cristo. Durante mi tiempo de aspirante y postulante, lo único que pensaba era que para ser Religiosa Misionera es suficiente si uno sabe cocinar, decorar, o tiene todo tipo de talentos y grados. Debido a esa cultura, me esforzaba por concentrarme en lo que hacía, olvidando que Dios está dentro de mí. Centrándome entonces en mi hacer, talentos y conocimiento, no tengo más tiempo para mí mismo. Esto me ha preocupado tanto que estaba llena de pensamientos negativos, celos, ira, incluso demasiado ambiciosa que muchas veces me llevó a competir con mis compañeras o incluso a compararme con las demás. Cada vez que cometí errores, me convertí en tristeza y me culpé por no ser lo suficientemente buena. Incluso sentí que la vida religiosa no tenía aún sentido, un lugar para la competencia, el juicio, la ira, el odio y los celos. Pero Dios no ha renunciado a mí a quien ha llamado.

Creo que Él ya ha preparado tiempo para que yo descubra mi llamado como un regalo de Él. Sucedió que cuando me hice novicia, llegué a sentir que estaba llamada a ser yo misma. Durante un año de oración y reflexiones, sentí que ser misionera en mi primera misión es estar conmigo misma, porque ser yo misma es oración en sí mismo. La oración debe ser priorizada como mi auténtica identidad. Es en la oración que descubrí mi nada, la cual amé. Desde el momento en que le di mi tiempo a Jesús me di cuenta de que Él me ama no por lo que hago sino por lo que soy.

Cuando dediquemos más tiempo a ser nosotros mismos, sabremos que la auténtica Paz, Alegría y Amor no vienen del mundo exterior, están dentro de nosotros. Descubriéndome amada por Dios, descubro también muchas cosas escondidas dentro de mí. Ante todo, me descubro como una hija preciosa del Amado. Segundo, descubrí el rostro de Dios en los demás. Tercero, descubro que el estar en la vida religiosa no es nada si no se encuentra con Dios en sí mismo. Por lo tanto, el conocimiento, los talentos, la creatividad no son nada si uno no tiene amor ni buenas actitudes. Nuestra actitud es la expresión del Evangelio que leemos y la oración que recitamos. Es difícil ser bueno si esta bondad no procede de dentro. Porque la fuente de toda bondad, paz, amor y alegría es solo Dios y la oración es la clave para desbloquearlos.

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