En un momento en que la duda y la incertidumbre parecen ser la mercancía habitual en nuestra sociedad, buscamos refugio en Aquel que no ha creado el tiempo, sino la eternidad…
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Dejamos una marca en la historia a medida que envejecemos y somos testigos del paso del tiempo, la celebración de aniversarios de plata y oro e incluso celebraciones de diamantes, de bodas o profesiones religiosas. Creo que es importante ser parte del período de alegría porque esto nos hace partícipes de la alegría que Dios nos da a todos.
La marca del tiempo importa, pero creo que es la fe en Dios lo que más importa. No importa cuán frágiles o fuertes podamos ser, es nuestra confianza en Aquel que es más fuerte que nosotros lo que definirá el viaje de nuestra vida y nuestro destino.
En cada viaje no es realmente el elemento del tiempo lo que tenemos que mantener, sino el proceso que experimentamos a medida que avanzamos. Puede haber incertidumbres todo el tiempo, como la experiencia de los discípulos cuando dejaron su hogar, sus familias, sus puestos, sus campos y más. La armadura esencial es el deseo de seguir por el camino de la vida, de confiarlo todo afirmando “lo entrego todo”. No nos demoramos en el pasado ni nos precipitamos con ansiedad hacia el futuro; mantenemos nuestra conciencia del momento presente que nos llama a permanecer firmes incluso cuando tenemos que caminar bajo la lluvia y las tormentas.