DE MUJER A MUJER

Saber y reconocerse mujer, es de verdad fuente de energía que genera vitalidad y ganas de luchar cada vez más por conquistar dignidad y realización en la vida personal, familiar y social.

Cuando se vive esta experiencia en grupo de reflexión y debate, se reaviva la consciencia de que nos habita una fuerza interior capaz de superar las dificultades y las propias limitaciones porque al mismo tiempo surge la convicción de que es posible hacer acontecer lo que aparentemente es imposible.

Este fue el ambiente vivido en una sesión de formación orientada para un grupo de formadoras de comunidades cristianas e de parroquias de la diócesis de Maputo. Todas pertenecen al ministerio de la mujer que, en un modelo de Iglesia ministerial, asumen la tarea de promover y dar consistencia a la misión de la mujer, fundamentada en el sentido sinodal siempre en conjunto con los otros ministerios.

La reflexión ayudó a despertar sentimientos que laten en lo profundo de cada una y a manifestarlos y compartirlos entre todas las presentes, liberando lo que se guarda “en el corazón”.

El horizonte de referencia fue el modo como Jesús en el Evangelio, dignificó a la mujer que, en aquel tiempo, vivía en un ambiente hostil y excluyente. Su encuentro con la Samaritana, su relación con Marta y María, su actitud con la mujer encorvada, con la viuda de Naín, con la mujer sirio fenicia, con la suegra de Pedro, etc. En el trabajo de grupos las reflexiones surgían espontáneamente muchos comentarios, estableciendo semejanzas y comparaciones muy evidentes con la realidad que nos rodea. Además de que el plenario era acompañado de cantos y danzas alusivas al tema con mucha gracia y alegría.

Al compartir los desafíos de la reflexión se distinguieron, unos que se dirigían a las propias mujeres, porque todavía se necesita más fuerza y coraje para acreditar en la propia capacidad para conquistar y asumir mayor decisión y protagonismo dentro de los ministerios, y otros, a la propia comunidad cristiana donde se sienten actitudes de falta de complementariedad y reconocimiento de nuestra identidad como mujeres.

El sentimiento general fue que el camino se hace al caminar…  y en esta tarea todas somos responsables de avanzar cada vez más.

Antes de concluir, cada una de las participantes, en un ambiente de oración, fue enviada a sus respectivas comunidades y parroquias para transmitir y hacer vivir el ambiente de sororidad vivido en el encuentro.

Hermana María Auxiliadora Hernandez

Maputo – Mozambique

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