EN LOS 50 AÑOS DEL PROYECTO NUEVA VIDA EN GUATEMALA
- Hnasmdro
- julio 22, 2024
- Experiencias MDR
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Hace 66 años, una niñita de seis llegó al Colegio La Inmaculada en Cobán Alta Verapaz. Esa niña era yo, y las monjas que llevaban el colegio eran Las Misioneras Dominicas del Rosario. Yo estaba muerta de miedo porque no sabía lo que era aquello. En ese tiempo las monjas llevaban unos vestidos que les cubría todo, solo se les veían las manos y la cara y yo nunca había visto cosa semejante. Mi papá había muerto hacía 6 meses y yo todavía estaba muy triste porque me hacía mucha falta.
En ese colegio y con esas mujeres raras encontré el amor de Dios, el de la Virgen María y el respeto a muchos santos y personas ejemplares. Estas monjas me enseñaron a hacer mi cama, a mantener mis cosas ordenadas, a comer lo que había en la mesa, a respetar y ayudar a mis compañeras y también a encontrar a Dios en todo y en todos.
Treinta y cuatro años más tarde, volví a tocar las puertas de la casa de las madres, ahora en la zona 8 de la capital de Guatemala. Entonces, yo ya era una mujer con dos hijos y en proceso de divorcio.
Las madres me acogieron con el mismo amor que me habían acogido a los cinco años y medio, me extendieron los brazos y me dieron amor, comprensión, responsabilidad y el trabajo que me devolvió las ganas de vivir.
El trabajo era el Proyecto Nueva Vida. Este proyecto me abrió los ojos a la forma de vida de la gente del área marginada de alrededor, me llevó a conocer a magníficos maestros, valientes y decididos padres y madres de familia, mujeres de hierro que se enfrentaban cada día a lo que la vida les traía y a muchos niños, muchos…
No puedo olvidar al médico que atendía la clínica en la zona 8, la enfermera, a Berta la contadora, a Aura Marina Vides la trabajadora social, a doña Luz la encargada de limpieza y a Carlos el guardián de las instalaciones. Todos formábamos una gran familia.
El proyecto Nueva Vida también me acercó a un hombre muy especial alguien que me parecía inteligentísimo, guapísimo y todo corazón. Ese hombre era el psicólogo que ayudaba a algunas personas en el proyecto y con quien llevo 39 años casada. Nueva Vida me ha dado mucho.
Fui testigo del inmenso trabajo de madre Amábilis en la Colonia Nueva Vida en lo de Coy, la organización, capacidad de administración y el carácter firme y decidido de madre Matilde llevando el consultorio y el comedor; y la entrega total de madre Dolores que por sus niños y jóvenes de Fe y Alegría en lo de Coy y en la zona 10, daba la vida. Madre Pilar era esa presencia callada y serena que llevaba el colegio de la zona 8 y se preocupaba porque todo funcionara bien y todavía le quedaba tiempo para animar y acompañar a cada una de nosotras. Todavía guardo algunas de sus cartas. Tienen más de cuarenta años y todavía las leo a veces para recordar que Dios está en todo y en todos y que la fuerza que mueve el mundo es el amor. Definitivamente, la presencia de Dios, ese Dios que no solo está en los altares, sino en el corazón de cada uno de nosotros ha estado, está y estará siempre.
Hoy celebramos los 50 años del Proyecto Nueva Vida y para muchos, hoy empieza un nuevo proyecto. Hoy son otras las caras, son otras las hermanas, maestras, padres, madres y niños que un día celebrarán los 100 años de Nueva Vida. Porque Dios sigue en cada uno de nosotros. La vida sigue.
Tengamos una oración especial, por las madres, Amábilis, Matilde, Lucía y Dolores, también por Ligia Vargas, Aura Marina Vides y la querida Sandrita Berducido. Dios las tenga en su Gloria.
No esperemos a que Dios baje a decirnos lo que tenemos que hacer. Escuchemos a ese Dios que llevamos dentro que nos dice que somos hijos suyos, creación suya, que nos dice que valemos mucho que podemos dar mucho y hagamos realidad el nombre de este proyecto.
Gracias, madre Pilar, por todo, por tanto. Usted ha sido el instrumento que Dios ha usado para enseñarme lo que es el amor, la paciencia, la comprensión, la alegría, la responsabilidad.
Gracias, Beata Ascensión Nicol por las Misioneras Dominicas del Rosario,
Gracias, Proyecto Nueva Vida.
Gracias Señor, por todo.
Lucía T. Varona
Dra. En Educación Multicultural
Senior Lecturer Santa Clara University