Desvelando la presencia de Dios, como María…
- Hnasmdro
- marzo 11, 2025
- Experiencias MDR
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La encarnación de Dios: el amor divino entra en la experiencia humana a través de Jesucristo (memoria de Navidad). La Visitación de María a Isabel simboliza el compartir la presencia de Dios y de su portadora (María). Como seguidores de Cristo, no es sino un acto frecuente en nuestros puestos de misión como MDR. De hecho, estoy agradecido por la oportunidad que se me brinda de visitar a los ancianos postrados en cama, compartiendo la bendición del amor divino mediante la administración de la Eucaristía.
Portadora de la presencia divina. Cuando el ángel Gabriel anunció a María su extraordinaria vocación, ella acogió el plan de Dios con una gracia extraordinaria: de confianza, obediencia y humildad. Poco después, la visita de María a Isabel demostró maravillosamente cómo aceptó el don divino de Jesús y compartió activamente su presencia. Su viaje simboliza una profunda misión espiritual de llevar y difundir el amor divino.
Del mismo modo, estamos llamados a emular el ejemplo de María en nuestro tiempo y contexto. Así como nuestro ministerio pastoral en Wanjin, Taiwán, consiste también en visitar y llevar la Comunión a los enfermos y ancianos que viven en zonas rurales. Estas visitas trascienden la compañía física, convirtiéndose en encuentros sagrados que llevan el consuelo de Cristo a los aislados. Al aceptar personalmente y compartir generosamente la gracia de Dios, nos convertimos en portadores contemporáneos del amor divino, transformando simples actos de cuidado en profundas experiencias espirituales.
Encontrar la presencia de Dios. A la llegada de María a casa de Isabel, ésta reconoce con alegría el papel único de María como madre de nuestro Señor. «¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!». (Lucas 1, 42). Este reconocimiento ilustra que la presencia de Dios puede evocar alegría y transformación. El bebé en el vientre de Isabel saltó de alegría al oír la voz de María, lo que indica la profunda conexión espiritual entre estas dos mujeres y la vida divina que hay en ellas.
Cuando visitamos a los ancianos y postrados en cama, les ayudamos a reconocer la presencia de Dios en sus vidas. El saludo cordial, la escucha compasiva y el compartir la Celebración Eucarística pueden despertar un sentimiento de alegría en medio de sus dificultades. Como MDR, el núcleo de nuestra misión es compartir la presencia de Dios en los marginados, los pobres. Gracias a nuestras queridas Hermanas que nos han precedido en este apostolado, que han salido de sus zonas de confort y se han comprometido con la dignidad y valorando la presencia de las personas que hoy visitamos. En el sufrimiento de estas personas, en el deterioro de su salud física y mental, las animamos a abrazar el amor de Dios.
Compartir el Cuerpo de Cristo. Un aspecto fundamental de nuestra misión es dar el Cuerpo de Cristo a quienes no pueden asistir a la celebración eucarística semanal. La Eucaristía no es sólo un sacramento de comunión, sino también una expresión tangible del amor y la presencia de Dios en nuestras vidas. Al llevar la Eucaristía a los enfermos y a los ancianos, estamos actuando como puente entre ellos y Cristo, respondiendo a la llamada de llevar y compartir el alimento espiritual a quienes quizá no tengan acceso a los sacramentos, para desvelar la presencia de Dios.
El acto de compartir la Eucaristía es un recuerdo profundo de la promesa de Jesús de estar siempre con nosotros, incluso hasta el fin del mundo. Cada visita es un compartir la fe y vivir la vida comunitaria. También se convierte en un momento de gracia tanto para el que comparte como para el que recibe, permitiendo que la presencia de Cristo habite entre nosotros. Este acto no es un mero ritual, sino una manifestación del reino de Dios, un recordatorio de que el amor y la esperanza siguen presentes en el mundo.
Adoptar la espiritualidad MDR en nuestra misión. Nuestra espiritualidad hace hincapié en el entrelazamiento de la contemplación y la acción, la comunidad y la búsqueda de la verdad. De hecho, la misión del MDR se alinea perfectamente con estos valores fundamentales. Involucrarnos en una práctica contemplativa antes y durante nuestro viaje nos permite estar plenamente presentes para aquellos que Dios nos da. Además, la espiritualidad dominicana nos llama a vivir en comunidad. Visitando a los demás, fomentamos un sentimiento de pertenencia y apoyo. Disipar los sentimientos de aislamiento y soledad es una buena misión, pues estamos llamados a ser portadores y partícipes del amor de Dios, a crear una comunidad donde entrega y comparte el amor.
Como María, vamos. Al prepararnos para el nacimiento de Jesús, recordamos cómo María llevó y compartió a Dios en nuestro mundo. Que cada uno de nosotros encarne el espíritu de María, aceptando la llamada a llevar la presencia de Cristo a la vida de los demás, reconociendo y celebrando su presencia en los demás y difundiendo la Buena Nueva: Emmanuel, Dios está con nosotros. Que nuestras acciones reflexivas y nuestro corazón compasivo iluminen las vidas de quienes visitamos, acercándoles a la esperanza y la alegría. Que nuestra misión como amadas portadoras y partícipes de Dios, transforme vidas y refleje la luz de Cristo en un mundo que la necesita profundamente.
Wanjin, Taiwan