Vida Consagrada – Una vida de alegría y esperanza

En la fiesta de la Solemnidad de la Presentación, tuve el privilegio de participar en una reunión de personas consagradas en el Siena College en Quezón City. Fue una de las experiencias más profundas y hermosas que he tenido desde que llegué a Filipinas. La reunión reunió a personas de diferentes orígenes, cada uno vestido con hábitos de diferente color. Los ancianos trajeron consigo mucha sabiduría y experiencia para compartir, mientras que los jóvenes estaban ansiosos de ofrecer sus vidas en servicio. A pesar de sus diferencias de edad y origen, había una cosa que tenían en común: una vocación y un ideal compartidos. Esta unidad me llenó de una abrumadora sensación de alegría y esperanza que también fue irradiada por todas las personas que conocí.

Desde el principio hasta el final del acto, un grito se repite continuamente: Vita Consecrata, alegría y esperanza. De hecho, la alegría y la esperanza desbordan en la vida de las personas consagradas, que se han entregado a Dios, viviendo su presencia y experimentándola de modo profundo y personal. Quizás el amor y la compasión ilimitados de Dios han tocado profundamente sus corazones. Este encuentro sagrado los impulsa a testimoniar y compartir su amor, especialmente con los necesitados, a través de una vida de servicio alegre. Sus vidas ahora anhelan abrazar todas las diferencias que encuentran, ofreciendo esperanza a otros como peregrinos en un camino de fe, como lo hicieron María y José con Simeón y Ana cuando llevaron ESPERANZA a ese templo.

Como joven religiosa, esta Jornada de la Vida Consagrada me invita a detenerme y reflexionar sobre la profunda belleza de mi propia vocación. Ella me invita a responder continuamente al misterio de este llamado sagrado y a renovar mi compromiso. Ante esta invitación divina, me siento indigno y pequeño, pero estoy envuelto por la compasión y el perdón de Dios. Tu gracia me fortalece y me sostiene, dándome valor para continuar este camino, para vivir con alegre esperanza y compartirla con los demás.

Finalmente, mientras celebramos la fiesta de la Santísima Madre Ascensión Nicol Goni, su llamado a abrazar el espíritu misionero todavía resuena en mí. Una vez dijo: “Un misionero no tiene otro deseo que difundir felicidad”. Este recordatorio nos llama a nosotras, sus hijas, a encontrar al Señor en nuestra vida diaria a través de la oración y la contemplación. Desde este encuentro profundo e íntimo, estamos llamados a compartir con el mundo nuestro propio encuentro gozoso con el Señor, difundiendo esperanza a todos los que encontramos, como lo hizo nuestra madre fundadora.

Hna. Maia, OP Juniora, Provincia de la Reina de China

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