La pastoral con los migrantes: Acompañamiento en el camino de la esperanza

El fenómeno migratorio en América Latina hacia los Estados Unidos es una realidad compleja que involucra múltiples factores sociales, políticos y económicos. Ante esta situación, la Iglesia ha sido un faro de esperanza y solidaridad, ofreciendo un acompañamiento pastoral a quienes emprenden este viaje en busca de una vida digna.

Desde sus inicios, la misión de la Iglesia ha sido estar al lado de los más vulnerables. La pastoral con los migrantes responde a este llamado evangélico brindando apoyo espiritual, material y humano a quienes han dejado su hogar debido a la violencia, la pobreza o la falta de oportunidades. Inspirados por la enseñanza de Jesús, quien se identificó con el extranjero (Mt 25,35: «Porque tuve hambre y me dieron de comer; tuve sed y me dieron de beber; fui forastero y me acogieron»), buscamos ser la presencia de Dios en medio del dolor y la incertidumbre de quienes migran.

En diversas regiones guatemaltecas, especialmente en las zonas fronterizas, han surgido refugios y centros de acogida que ofrecen albergue, comida, asistencia médica y orientación legal. Estos espacios no solo brindan ayuda material, sino que también son lugares de escucha y apoyo emocional. La pastoral con los migrantes se inspira en la misericordia y la hospitalidad, creando redes de apoyo que fortalecen la esperanza y la resiliencia de los migrantes.

A pesar de los esfuerzos realizados, enfrentamos constantemente numerosos desafíos. Las políticas migratorias restrictivas, la xenofobia y los peligros en las rutas migratorias hacen que el trabajo de acompañamiento sea cada vez más exigente. Sin embargo, la esperanza y el compromiso evangélico nos impulsan a continuar, denunciando las injusticias y promoviendo una cultura de encuentro y solidaridad.

Al caminar con los migrantes, seguimos afirmando nuestra misión de ser madre y refugio, como nos enseñó nuestra madre fundadora Ascensión Nicol, apoyando con amor a quienes buscan una nueva oportunidad. Al mismo tiempo, llamamos a la comunidad cristiana a abrir su corazón y sus puertas a nuestros hermanos y hermanas migrantes, recordando que todos somos peregrinos en esta tierra, como nos recuerda el Santo Padre en este año jubilar dedicado a la esperanza. Siempre es una alegría para mí, como persona humana y religiosa, ver la sonrisa en los labios de estas personas a quienes recibo cada día y escucharlas hablar con ilusión y positividad sobre el futuro.

Hna. Carolle Kemogne MDR

Compartir esta publicacion