MI VIAJE ESPIRITUAL CON UN LEGENDARIO PIONERO

Este fenómeno bastante original en mi vida religiosa como Misionera Dominica del Rosario comenzó de alguna manera con cándidos encantos sazonados con incertidumbres de lo que el futuro podría ofrecer a una juventud que acababa de entrar en los portales de una edad de debutante. Ni un poco de presentimiento, por así decirlo, era mi deseo de formar parte de la prestigiosa Congregación de las Hermanas Dominicas Misioneras del Rosario, y mucho menos ser contada entre las acertadamente llamadas hijas de Mons. Fray Ramón Zubieta y Les, O.P.

 

Sin embargo, la fuerte persuasión del Espíritu Santo bastó para obligarme a dejarlo todo y embarcarme resueltamente en un viaje desconocido como Misionera Dominica del Rosario, una Congregación totalmente desconocida para mí, excepto algunas de nuestras primeras Hermanas españolas de las que me había hecho amiga anteriormente. Sin embargo, preguntas significativas continuaron acechando en algún lugar, a lo largo de mi vida religiosa como: ¿Cuál es mi búsqueda en este particular estado de vida?

 

¿Quién es el núcleo secundario de mi llamada, Jesús, siendo el primero y el más importante? ¿Quién es esta poderosa personalidad que inspira y fascina a numerosas jóvenes para que sigan con entusiasmo su camino?

 

A decir verdad, durante mis primeros años de formación religiosa, tuve un escaso conocimiento e imagen de Mons. Ramon Zubieta tomada de libros que he leído o inspirada en la Historia de la Congregación enseñada por nuestra Maestra de Novicias. Así se estimuló mi afán y esto me impulsó a profundizar en la lectura, conocimiento y profundización de esta figura excepcional, escuchando ávidamente todos los relatos de su vida, historias, anécdotas, Crónicas y Documentos enviados desde nuestra Secretaría General y de los testimonios personales de nuestras propias Hermanas en la Congregación. No obstante, este esfuerzo constituyó inconscientemente la base de mis reflexiones diarias, meditaciones durante mis momentos íntimos con el Señor.

 

Los testimonios que había recogido hasta ahora se convirtieron así en la medida y la columna vertebral de mi espiritualidad en todos los aspectos con la plena convicción de que esto es lo que Dios quiere para mí: Seguir fielmente a Jesús viviendo mi compromiso religioso en el Espíritu, los Ideales y el Carisma establecidos por nuestros Fundadores: Fray Ramón Zubieta y Les y la Beata Ascensión Nicol Goñi.

 

La historia de la vida de Mons. Ramón Zubieta y Les cuenta que su espiritualidad está anclada en una fuerte conectividad con Dios a través de su Oración, una vida de fe viva y de confianza absoluta en la Providencia de Dios que comprende su pilar de fuerza sosteniéndolo en todos sus esfuerzos y emprendimientos particularmente el loable Proyecto de la Congregación.

 

Esta vida tan elocuente habla en verdad de un noble Hombre de Dios que encarna finos rasgos y virtudes: Ser un Líder humano, compasivo y gentil con un corazón magnánimo y una especial inclinación por los pobres, las mujeres y los niños, aquellos que se encuentran dentro de los límites de las periferias.

 

Y hacia sus hijas, las Misioneras Dominicas del Rosario, era tiernamente solícito. Me gusta recordar una anécdota divertida de su vida: cómo daba a las hermanas, con cariño, alegría y diversión, los caramelos que traía en sus bolsillos cada vez que las visitaba en las comunidades. ¡Qué expresión de su asombroso y humano afecto paternal!

 

Esto es lo que en mis últimos años, despierta en mí una gran admiración hacia nuestro Padre Fundador Mons. Ramón Zubieta, O.P. y, por consiguiente, me atrajo a perseverar en el curso de mi viaje y en la prosecución de mi búsqueda religiosa y mi aventura misionera. ¡De ahí que el delicioso afecto que siento hacia él como mi Padre en esta acreditada Congregación sea asombrosamente grande!

 

Su impacto diario en mi vocación, misión, vida personal y comunitaria es tal que lo considero mi inmediato y uno de mis poderosos intercesores en el Cielo, junto con Santo Domingo y el Beato Mo. Ascensión Nicol. Tanto es así, que en cualquier vicisitud de la vida en la que me encuentre, incluso en la preocupación más trivial o en el predicamento en el que me encuentre, no dudo en recurrir tanto a Mons. Nicolás como a los demás. Ramón Zubieta y a la Beata Ascensión Nicol. De vez en cuando, siento su suave empujón que me empuja a proceder con arrojo, a no descorazonarme ni vacilar en mis pasos. Asegurándome igualmente, el destello del prometido resplandor plateado más allá del horizonte, donde Jesús arreglará las cosas de la mejor manera en mi nombre.

 

Por lo tanto, puedo exclamar audazmente que este ilustre Santo, Hijo de Santo Domingo es un compendio, la encarnación de un líder espiritualmente inspirador, un aventurero fundador y un intrépido y abnegado misionero, incluso frente a diversos tipos de sufrimiento y torturas durante su primera edad como joven sacerdote dominico en las Filipinas.

 

En este año del Centenario de nuestro Padre y Fundador, más que nunca, suplico a Jesús y a nuestra Santísima Madre María, que ayuden a consagrar en mí el espíritu, los ideales y el carisma de Mons. Ramón Zubieta y de la Beata Ascensión Nicol Goñi para que a través de sus invocaciones pueda encarnarlos de manera consistente y perseverante lo mejor que pueda para ser digna de tan altos Fundadores. ¡Que Dios Padre escuche nuestras oraciones y acelere el proceso de su beatificación!

 

Gracias Padre, Monseñor Ramón Zubieta y la Beata Ascensión Nicol Goñi por su irresistible, pero apuesta inspiración para que me una a su familia, las Hermanas Dominicas Misioneras del Rosario, que es su más grande y loable legado para nosotras sus hijas y para toda la Iglesia.

 

Hermana Consolación A. Sta. María

Filipinas

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