EN LA CELEBRACION DE LOS 100 AÑOS DE LA MUERTE DE MONSEÑOR ZUBIETA

Al celebrar el Centenario de la muerte de Nuestro Fundador, el P. Ramón Zubieta, recordamos su espíritu misionero. Es el momento de reflexionar sobre su vida y, como él, de estar con las personas de nuestro tiempo que se enfrentan a la pandemia del Covid y a situaciones de guerra en muchos países.

Ramón Zubieta, misionero español, dedicó su vida al servicio de las personas, y a la extensión del Reino de Dios. Su misión se centró en la ayuda a los pobres, marginados y analfabetos. En Filipinas, sufrió persecuciones y cárcel; sin embargo, esos sufrimientos no le impidieron seguir adelante. Trabajó en silencio y sacrificó su vida incesantemente con un espíritu constante y un gran amor por todos. Para el P. Ramón, nada era suficiente para servir a los demás, a Madre Ascensión le comentó que no pedía ayudas económicas por egoísmo, ya que no gastaba ni un centavo en él mismo, era pobre y deseaba morir pobre, pero por el bien de las misiones no le importaba hasta tener deudas, aunque a veces le gustaría tener menos corazón y menos interés por las cosas y las personas, lo que le libraría de problemas y sobre todo de alabanzas equivocadas. Después de ofrecer a la gente lo mejor de sí mismo, lo que quería no eran “alabanzas equivocadas”, sino que quería ser pobre como ellos, morir pobre como ellos, y aún quería servir más, pues pensaba “estoy más bien en deuda con la gente.”

La situación de la gente en la época de Ramón Zubieta se refleja en el mundo actual, especialmente con la pandemia debida al nuevo coronavirus; así también, su espíritu es una inspiración para seguir adelante. Los casos de Covid-19 están aumentando en todo el mundo. La vida se ha vuelto más difícil debido a los confinamientos: muchas fábricas, empresas y oficinas han cerrado debido a la pandemia. Esto ha provocado muchos desempleos, y se han perdido los ingresos de muchas familias. Además, los más afectados son los pobres, los inmigrantes, los refugiados, los marginados, etc. La gente ya no celebra sus fiestas, y muchas familias no pueden hacer el funeral apropiado para sus seres queridos fallecidos a causa de Covid. Muchos han abandonado esta vida en dolor y soledad. Nada se puede comparar con este dolor y esta pérdida, es un dolor que no se puede curar y nadie puede entenderlo excepto las víctimas, los que murieron tras una terrible enfermedad, y los familiares supervivientes. Además de la pandemia, nuestros corazones se dirigen a los gritos de las personas que se enfrentan a la guerra y a la injusticia en países como Myanmar y Palestina.

Inspirados por el espíritu del P. Ramón Zubieta, nos preguntamos cómo podemos servir y ayudar a los demás en esta situación de pandemia y a las víctimas de la guerra, la injusticia y otros tipos de violencia, ya que estamos limitadas por la distancia física. Confiamos en que nuestra misión y nuestro afán de servir y ayudar a los demás no se vean limitados por esta terrible condición, sino que nos abramos más al mundo entero y a todas las personas con profunda simpatía. Al no poder salir a dar a la gente nuestras manos y ayuda, suponemos que la oración es nuestro servicio más eficaz, pues esperamos en el poder y el cuidado de Dios, que deja que las cosas sucedan según su plan divino. En particular, es un momento apropiado para nosotras, que estamos en la etapa del noviciado, en la que debemos profundizar en nuestra relación interior con Dios y con los demás, para convertirnos en testigos del espíritu del Evangelio siguiendo a nuestro Fundador, Mo. Zubieta.

Creemos que este amor se debe expresar, en primer lugar, en la vida comunitaria: compartir el amor, la alegría, la comprensión, la simpatía, antes de que vayamos a compartir todo esto con los demás. Dejemos de preocuparnos por nosotras mismas, y demos lo nuestro a los demás con profunda empatía. Al igual que el P. Ramón Zubieta, estamos en deuda con el amor de Dios, y por tanto, estamos llamados a amarnos unos a otros. Celebremos este año reflexionando sobre su vida de entrega, luchando por la justicia, y como él, tratando de servir y no de ser servidos, para ser a nuestra pequeña manera, verdaderos instrumentos de paz.

Elvira, Ann, Hanh y Catherine

Novicias, Taipa, Macau

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