MI NUEVA EXPERIENCIA

Desde la comunidad “Bambo Ramón”, Milange, Mozambique, os quiero compartir un poco de mi experiencia de menos de un año. Somos una comunidad intercultural e intergeneracional constituida por cinco hermanas, cuatro de votos perpetuos y una juniora que está compartiendo su experiencia con vosotras.

Lo primero que hice fue la integración para tornar posible la buena convivencia comunitaria, sabiendo que todas somos personas de valores pero también de limitaciones. La espontaneidad, el espacio de compartir y la sencillez son elementos que me ayudan mucho en otras dimensiones de la vida, para continuar viviendo con alegría mi entrega a Dios y a los hermanos.

Dedico mi tiempo, entre otras cosas, a visitar las familias, hablar con ellas, escucharlas y compartir con ellas, desde los valores del evangelio, de manera muy creativa porque muchos son de otras iglesias o sectas. Aunque sean familias muy pobres es una alegría para mí verles también alegres y sobre todo siempre compartiendo lo que tienen con nosotras, el compartir que viene desde corazón, es una gracia.

Cuando llegué a la misión, el tiempo era seco, todo parecía un desierto, sin vida, tiempo de mucha hambre para la gente. Pero lo que a mí me llamaba la atención era ver a casi toda la gente preparando la tierra aunque estaba seca. Estas personas preparaban la tierra con la esperanza de que cuando lloviese pudiesen sembrar y tener algo que comer.

Entonces aprendí que la esperanza no es teoría sino la propia vida que nos introduce en la dinámica de vivir confiando en algo que no sabe si llegará o no, con la única certeza es que si llega entonces habrá vida.

Cuando llegó el tiempo de la lluvia, todo reverdeció y se llenó de vida. Entonces aprendí a leer el evangelio a través de la alegría de la gente que sembraban las semillas con la esperanza de que Dios pusiera su mano y reconociendo que el ser humano hace su parte y Dios se encarga de lo demás.

Estos aspectos me ayudan mientras aguardo una plaza en la función pública, desde hace casi un año, con la esperanza de marcar presencia y dar mi contribución como profesora de Filosofía y Ética según mi formación profesional.

Mientras espero la plaza, colaboro en la Universidad Católica, en los cursos a distancia, apoyando los módulos de Ética Social y Fundamentos Teológicos y también hecho una mano dando explicaciones de Filosofía e Historia a las jóvenes que están haciendo una experiencia de discernimiento vocacional en nuestra comunidad.

Tanto en la Universidad Católica como con nuestras jóvenes aprendo y descubro que no es suficiente ponerse en el lugar del otro, y que volver al pasado nos ayuda a ponernos en su lugar y descubrir nuevos métodos que ayuden en el aprendizaje.

No es suficiente el dominio de la materia y presentar bien las teorías si el otro no entiende, es importante también saber callar y mirarle con ternura y preguntar con paciencia para invitarle a ter confianza y hacerle creer que tiene capacidades para ir más allá. Es importante establecer un dialogo, aunque sea por poco tiempo para conocer y hacerse una idea de la persona con la que estamos trabajando.

Me ayudan a comprender que el problema no es solo del otro sino también mi incapacidad de no tener un método adecuado para algunos y entonces es una oportunidad de descubrimiento y madurez, porque cada día aprendemos algo nuevo.

Una de las cosas más bellas es encontrar siempre el espacio y momento de recogimiento desde la lectura, silencio o contemplación de la naturaleza, esto me permite que cada día vaya comprendiendo la sencillez de la vida y que, desde lo pequeño, Dios nos llame a ser signo de su presencia.

Un abrazo fraterno.


Rafaela Francisco Vasco
Comunidad “Ramón Zubieta”
Milange. Zambezia. Mozambique

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