Predicadoras en peregrinación…

Una espesa tiniebla
cubre nuestra tierra.
La noche se quiere adueñar
de la obra luminosa de tus manos.
De rodillas clamamos a tí,
Oh Dios de la Vida.

El tejido frágil del existir
es amenazado por los poderosos.
Nos quieren convencer
que ya no hay futuro, ni horizonte
para los pequeños de la historia.
No hay mañana para los guardianes de la madre tierra.
Que las periferias son invisibles,
y que el capital es la única realidad posible.

Oimos los pasos silenciados,
de los migrantes e indígenas
de las mujeres y los niños
de los jóvenes que despertaron.
Con sus pies encallecidos y su terca esperanza
se abrazan al Dios de los caminos.
Oimos el gemido de la madre tierra
Los árboles cuentan su dolor
y los ríos susurran un lamento.

Y desde el silencio
más profundo,
desde la entraña de nuestra América morena,
resuena la fuerza desbordante del Amor,
hecho comunidad, nudo, alianza.
Mesa compartida,
Palabra orada y cantada
Solidaridad organizada.
Nadie lo puede detener,
brota libre y alegre
danza y resucita,
levanta y reanima.

Amor nazareno,
que nos envuelves con tu abrazo de ternura
Sostienes las pesadas cruces de mi pueblo.
Acompañas su peregrinación,
no hay dolor que no comprendas,
Ni herida que no cures.
Eres centinela de la pequeña llama
que se enciende en todo corazón humano.
Fortalece Señor, nuestra andadura de predicadoras
en comunión con todo lo bello, verdadero y bueno
que eres tú y tu Reino.

Jacqueline Sothers, MDR.

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