APROVECHANDO AL MÁXIMO LA EXPERIENCIA…DOY GRACIAS A DIOS

El año 2019 fue un año de dar gracias a Dios. Recibimos muchas bendiciones de su parte en variadas formas, tales como éxito en nuestro trabajo o la superación de dificultades. Confiar en Él es una gracia en los momentos menos esperados. Confiamos que Dios está viajando con nosotros, nos desafía a vivir una vida con mucho vigor y entusiasmo en nuestra misión, a compartir amor y nuestra vida, especialmente con quienes han perdido la esperanza.  Más allá de todo, lo que tenemos es un gran tesoro: buena salud y muchas más cosas que debemos agradecer.

Repentinamente, nuestro futuro cambió al principio del año 2020, con la llegada de esta pandemia, el virus Covid-19. El mundo ha sido devastado con muchas muertes, con el sufrimiento y el dolor que ha sido forjado a las familias y sus seres queridos. Nadie pensaba que esta pandemia traería a nuestro país y otros países en el mundo una catástrofe que iba más allá de nuestra imaginación. Los efectos de esta pandemia provocaron que tuviésemos una nueva visión a nuestra vida y el futuro.

Como a menudo escuchamos, debemos enfrentar la “nueva normalidad” en la forma de vida y continuar viviendo. Para mí, esto es reexaminarnos a nosotros mismos, una renovación para cada persona. Esta pandemia es la posibilidad para mí y la gente de buena fe de hacernos un examen de consciencia.

Debido a la imposibilidad de desarrollar cultos en las Iglesias, especialmente las celebraciones eucarísticas dominicales para mantener la “distancia social” y evitar así la contaminación, observamos que la mayoría de las personas en el país ansían la celebración de la Eucaristía y, por consiguiente, se van volcado a seguir las celebraciones eucarísticas de manera online, a pesar de que no son una celebración completa debido al impedimento de recibir la comunión. Mientras tanto para nosotras, en las comunidades religiosas, estamos bendecidas, ya que podemos recibir a nuestro Señor debido a que tenemos el Santo Sacramento en nuestras capillas.

Los efectos de esta pandemia han ocasionado una renovación para la mayoría de las personas. Hoy en día, hemos visto como nuestra gente está ahora más preocupada de las necesidades de otros. Hay intercambio de bienes, de comida para aquellos que no tienen nada que comer. Es un despertar en cada uno de nosotros que somos una familia y que, por lo mismo, somos responsables de las necesidades de cada uno. Nuestro mundo será un mejor lugar para seguir viviendo, ya que Dios creo el mundo para nosotros, para que disfrutemos la vida como una gran familia y cuidemos la creación. Nuestra fe está fortalecida, más orante y esperanzada en la forma en que se manifiesta cómo vivimos y cómo nos relacionamos los unos a los otros.

Por lo tanto, para mi es en realidad una oportunidad de dar gracias a Dios, a pesar de los efectos negativos que esta pandemia nos ha producido. Recordamos que hay un Dios que nos ama, se preocupa de nosotros y está siempre con nosotros hasta que alcanzamos nuestro último hogar. De esta forma, Dios da la esperanza a Su pueblo de que cuando termine esta experiencia, un futuro más radiante nos espera si confiamos en él y vivimos una vida bajo el mandamiento del amor.

 Hermana María Cecilia L. Pagador,

Comunidad Reina de la Paz,

Baliwasan, Zamboanga, Filipinas.

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