TIMOR ORIENTAL: ANTES Y AHORA

¿Qué significa para mi ser una misionera en Timor Oriental antes y ahora? Ser una misionera  en Timor Oriental fue un sueño para mí, porque pude ayudar a los timorenses durante el tiempo de la ocupación indonesia. Fue un sueño hecho realidad. Cuando llegué a Timor Oriental fue un tiempo en el que la gente joven, especialmente hombres, eran perseguidos por el ejército indonesio, fue un tiempo difícil para ellos porque significó estar escondiéndose de casa en casa para no ser tomados como prisioneros o ser torturados. Fue un tiempo de dificultad y dolor para las madres y familias de esos jóvenes.

Ser una misionera en ese momento fue ser una luz, esperanza y el símbolo que la presencia de Dios en los sufridos timorenses. Hermanas y sacerdotes eran altamente respetados y amados por la gente. Sus consejos eran seguidos y aceptados. Esto explica por qué, cuando el caos entre las personas comenzó, no tuve miedo, me sentí segura porque sabía que los timorenses jamás causarían daño a las hermanas y sacerdotes, pero por supuesto, esto es porque Dios estaba con nosotros en cada momento y lo encontrábamos en las dificultades.

En este lugar, sentí que Dios está muy cerca de mío, en la simpleza de la vida, en la sonrisa de cada timorense, en su simpatía y generosidad. No hubo momentos de aburrimiento para mí en este lugar, a pesar de que muchas veces estaba sola en nuestra casa en Dili. Dios estaba siempre ahí para protegerme y acompañarme. Nunca olvidaré las muchas pruebas de la presencia de Dios y su protección en mi vida, especialmente cuando el genocidio comenzó. Ningún miedo me dominaba porque confío en Dios, en el amor de los timorenses por Dios y su respeto a quienes lo servimos.

Después de 6 años en Filipinas, por segunda vez, volví a la misma misión en que había estado en Timor. Nuevamente Dili era un caos, una pelea entre la parte este y oeste de Timor Oriental. Una vez más, mucha gente se refugió en conventos e iglesias. Cuando la situación se normalizó, Timor Oriental lentamente siguió en su camino al desarrollo. Caminos y puentes fueron construidos. Vi la nueva cara emergiendo y una nueva esperanza levantándose en el país. Esta vez, por razones de salud, pedí volver a Filipinas para recuperarme y fortalecerme, sin saber si mi misión con los timorenses continuaría. Entonces, fue el momento cuando Dios me llamó para ir a Macao a acompañar a las candidatas timorenses en sus estudios.

Por tercera vez consecutiva estoy de vuelta en la misión donde he experimentado la presencia de Dios en el sufrimiento de su pueblo y Su milagro en medio del caos y las dificultades. Me encontré con un nuevo país. Sentí que Timor Oriental no ha aprendido de sus experiencias del pasado. Las personas han cambiado mucho. Muchas personas ya no son religiosas. Pocas personas están yendo a las celebraciones eucarísticas, diferente a como era en el pasado. La juventud está envuelta en asesinatos y lapidaciones debido a las artes marciales y otros vicios. La moralidad es un problema continuo. Una joven queda embarazada y lanza su bebé a la basura y muchos jóvenes comenten suicidio.

No hay estabilidad en el gobierno, especialmente en educación, pues la cadena de cambios en partidos políticos significaría cambios de personas que pertenecen al partido y difieren en el conjunto de plataformas o sus prioridades.

El desafío para nosotros los misioneros en este tiempo de dificultad aquí en Timor Oriental es complejo. Como respondemos a los desafíos que estamos enfrentando nos implica hacer un compromiso mayor. Oramos a Dios para que mantenga nuestra fe y esperanza para una colaboración más cohesiva y cercana con la mayoría de las comunidades.

Hermana Belen S. Evangelista,

Bidau, Dili, Timor Oriental.

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