El don real, la gratitud…

Acorde a William Arthur Ward, “La gratitud puede transformar días comunes en días de agradecimiento, cambiar trabajos rutinarios en alegría y cambiar oportunidades en bendiciones”.  Me afectaron mucho estas líneas, porque desde que era pequeña mis padres me enseñaron a decir gracias cuando recibía regalos u otros tipos de regalías por mi familia o vecinos, fueran grandes o pequeñas siempre teníamos que decir gracias.

 

El regalo más grande que recibí en mi vida creo que es el don de la vocación dada libremente por el Señor. No valgo la pena, pero Él me llama y yo trato de responder diariamente al desafío que ello trae. En mis 7 años como profesa junior, este don ha sido en realidad reflejado como un regalo precioso. Dios verdaderamente entrega todo para satisfacer tanto mis necesidades materiales y con mucha gente que desea viajar y acompañarme en mis años de formación como misionaria, donde Su fortaleza y amor divino se manifiesta más allá de mis expectativas.

 

Las circunstancias de la fe y la vida me enseñaron a dar sin esperar nada a cambio. Dar algo de lo que estoy tan atada me causa dolor, el que debo dejar ir debido a sus sentimientos, pero me trae consigo un sentido de liberación de esa “pequeña prisión”. Además, se me ha dado mucho más y eso es una forma de ser agradecida por las pequeñas bendiciones que recibo y por las cuales estoy contenta. Ser agradecida es también enfocarse en la actitud positiva y la bondad que hay dentro de nosotros y otros, para valorar las personas que amamos y que se preocupan de nosotros. Por las comidas que disfrutamos y compartimos cada día y por tener un trabajo que cubre las necesidades a nuestra familia.

 

En esta pandemia, también estamos agradecidas de nuestra primera línea, quienes ofrecieron sus vidas en medio del peligro que enfrentan para cuidar a las víctimas del Coronavirus. Es una promesa para sanar y protegernos en todo este proceso. En realidad, es una llamada a la prudencia y la vigilancia. Nuestra parte es cumplir con los protocolos y cooperar con las pautas para mantener la confianza y sacrificio que los médicos nos tienen, como ciudadanas y colaboradores para terminar este virus amenazante. Esto es obedecer a Dios ante todo para preservar la vida como en el 5to mandamiento. Un desafío de gratitud, reverencia a Dios y responsabilidad de nuestra parte hacia ayudar a otros a encontrar la forma de hacer lo mismo.

 

En Tesalonicenses 5:17 dice: “orad sin cesar; dad gracias en todo”. Como cristianos, lo major que Podemos hacer es ser felices y no preocuparnos, trabajar duro y para entonces una independencia real de la providencia de Dios será real. A pesar de que no somos financieramente ricos, agradecemos la buena salud y estoy bendecida con y de mi familia. Esto también es una razón para continuar alabando y glorificando a Dios.

 

Jesús también nos recuerda agradecer cuando estemos alegres y en situaciones difíciles. Dios no nos abandona en los momentos oscuros de la vida. Él está siempre con nosotros, incluso cuando sentimos que está lejos de nosotros. Cuando rezamos y no nos responde inmediatamente, significa que tiene un mejor plan para nosotros esperándonos y la espera nos ayuda a desarrollar la virtud de la paciencia. Nos da el valor para no perder nuestra confianza en Dios, porque Él es compasivo y no nos abandonará. No solo debemos estar agradecidos por lo que recibimos o lo que nos hace feliz, sino que también debemos agradecer durante los momentos caóticos, donde se nos prueba con el valor de ser fuertes en penas y alegrías. Como David Steinall-Rast dijo “No es la alegria lo que nos hace ser agradecidos; es la gratitud la que nos hace estar alegres”.

Durante este tiempo de dos años y dos meses viviendo Madrid para nuestra Formación de Juniorado Intercongregacional, me siento bendecida por la oportunidad de conocer hermanas y amigos de otras culturas. Abre mi visión y me ayuda a aprender a escuchar diferentes opiniones, ideas, perspectivas y más especialmente a abrirme para un nuevo aprendizaje. A través de este programa, puedo ahora ser más honesta conmigo: aceptar mis capacidades, talentos, fortalezas y también mis debilidades. También aprecio de belleza de otras culturas y a aprender a adaptarme a la orientación misionera europea. Una de las cosas más desafiantes de vivir en comunidad es saber cómo aceptar la naturaleza única de cada uno y aceptar a otros: el “quienes somos” antes de Dios así como también somos creados a imagen de Dios. En realidad, no hay una comunidad perfecta, pero si aprendemos a ser agradecidos y saber cómo respetar nuestras diferencias, la vida será feliz.

 

Dios tiene Su mejor plan para mí, en mi vida día a día, en la gente a quienes sirvo y conozco en mi relación personal con Él. Llegando al cierre de nuestros estudios de formación común en el Juniorado Intercongregacional en Madrid, el proceso de formación como persona continúa a lo largo de la vida. El aprendizaje y experiencias aprendidas de mis hermanas en Madrid, en comunidades de León y con el grupo de “Los ancianos” (donde estamos teniendo nuestro apostolado), estarán siempre en mi mente y corazón. Todo esto me hace estar agradecida a mi familia y amigos, mis hermanas en la Congregación: nuestra Provincia de San Luis Beltrán (en Filipinas) y el Consejo General, quienes son parte e instrumentos en este viaje. Sus oraciones, apoyo, acompañamiento y aceptación hacia mí tal y como soy durante todo el camino. A nuestro Dios Todopoderoso, fuente de la vida y quien nunca se da por vencido con notros y continúa manifestando Su misericordia y perdón a Su pueblo.

Honestamente, “el real don es la gratitud; mientras más agradecido eres, más presente te vuelves”.

Hermana Vanesa Salatan Alanano

Madrid.

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