En memoria y homenaje a Monseñor Zubieta

Abrimos un año especial, “2021”. Un año de gracia, de bendiciones, de recuerdos, de agradecimiento a Monseñor Ramón Zubieta y Les, Misionero Dominico, a Nuestro Padre Fundador.

 Recordar una vez más la bella imagen de su infancia, llena de ternura y sencillez, de respeto y libertad, es una llamada a seguir descubriendo facetas y pequeños rasgos de su vida, pero grandes a los ojos de Dios. Es ir profundizando detalles de su entorno familiar, donde prevalece la armonía, la paz y la alegría, el sentido cristiano de la vida, valores fundamentales que le marcaron para siempre.

 Admiramos su bondad y comprensión sin condiciones, su exquisita sensibilidad para percibir el dolor de las personas que le rodean, del pueblo, de “su misión”. Su compasión le lleva a actuar con entrega y generosidad. La persona es lo primero.

Sus cartas reflejan un alma noble que acoge y perdona, una mano siempre tendida.

Sus “palabras”, “gestos” y “actitudes” son la expresión clara y fiel de un corazón agradecido y entregado al Señor. 

Como antorcha del Evangelio llevó a las lejanas zonas de la selva la cultura y la libertad, la justicia y la paz, la dignidad de todas las personas y especialmente de la mujer.

La persona y espiritualidad de Monseñor Zubieta es admirada por mayores y jóvenes. Soy testigo de que, dándole a conocer hace años en grupos de alumnos/as del Colegio Stella Maris, dialogando en base al folleto de su vida, me sorprendía gratamente el interés y el asombro que manifestaban ante datos para ellos incomprensibles a sus dieciséis años. 

Sirva esta sencilla reflexión y experiencia para animarnos a seguir dando a conocer la misión de Nuestro Padre Fundador. Sus ideales, sueños y esperanzas.

Hermana Cecilia Fernández

Madrid.

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