Experiencia comunitaria

La experiencia comunitaria ha sido una de las mejores experiencias de mi vida. Llegué a la comunidad con mucha ilusión, pero con algo de incertidumbre la cual se fue disolviendo por medio de la acogida, pequeños gestos y el vivir del día a día desde lo cotidiano. Cada día fue llenando de vida mi existencia. Tuve la oportunidad de compartir con la comunidad desde diferentes espacios de misión. El compartir con la gente, contemplar la realidad y la convivencia diaria con mi compañera de proceso y la comunidad que me acompañaba me permitieron ser más yo, abrirme, acoger y vivir cada momento, a vivir y ser con otras y otros. Todo esto a pesar de la convivencia diaria y las realidades que vivimos este año en nuestro país y el mundo en la que experimente otro tipo de misión y una forma nueva de posicionarme en la vida. Debido a la pandemia mi compañera de proceso y yo regresamos por unos meses a nuestras casas, desde ahí la comunidad nos continuó acompañando, esto me animaba y me daba pautas para seguir mi llamado y grandes ansias de volver. Regresamos un tiempo después continuando con el caminar que juntas iniciamos.

 

A través de esta experiencia pude descubrir a Dios en todo y en todos, a escucharle más, interpelarme, a rumiar lo vivido. Descubrí una nueva forma de ver las cosas desde la mirada de Jesús de Nazaret a servir y desear hacerlo desde este estilo de vida desde el sello único de ser Misionera Dominica del Rosario. Sin lugar a dudas, esta experiencia ha marcado mi vida, permitiéndome crecer como persona junto con mi compañera Nohemí, la comunidad y muchas personas con las que pude compartir e ir entretejiendo la vida siguiendo las huellas de nuestro Señor. Doy infinitas gracias a Dios, por la congregación y las gracias recibidas durante esta experiencia que han ayudado a discernir mi vida y vocación.

 

Jacqueline Benavides Videa

Nicaragua

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