TESTIMONIOS – LAICOS

El “ASCENDENTES LAICOS” – LEA – es un grupo, vinculado a la Congregación, bastante informal, que nació en 1994 basado en el amor y la experiencia que une a varias personas al IMDR. Este grupo se reúne tres veces al año (casi siempre en Fátima, un lugar muy especial para todos) y, durante todo el año, se alimenta de su unidad, amistad y espíritu familiar a través de llamadas telefónicas e intercambio de mensajes vía email o WhatsApp. De esta forma, el grupo se siente unido, incluso en diferentes puntos de Portugal. El 29 de mayo, el grupo LEA celebró su 60ª reunión. Este día estuvo dedicado a Monseñor Zubieta. Uno de sus pensamientos se comparte semanalmente desde hace algún tiempo, por lo que las LEA se han mantenido unidas a las celebraciones por el Centenario de su Muerte. Los testimonios que siguen son el resultado del intercambio y los ecos de algunos miembros del Grupo, del que también forman parte algunos niños.

El Sr. Ramón tiene la cruz de Jesús y tiene un corazón dentro de él porque hizo el bien y ayudó a la gente”. 

DOS PENSAMIENTOS QUE ME GUSTARON MUCHO Y QUE NO NECESITAN COMENTARIOS

“Hoy fue un gran día para mí, lleno de sensaciones, imposible de describir. Mientras contemplaba la obra que estaba por comenzar, mi espíritu se hundió en la pequeñez y mi esperanza se exaltó en el goce del fruto abundante”. (Primer día de Misión).

“Mi espíritu te acompaña.

Viva con esperanza y diga siempre: “Quien tiene a Dios… Él solo es suficiente”.

“Ayer tuve la alegría de colocar el tercer sagrario en la montaña, deseando tener allí el Santísimo Sacramento lo antes posible. Encontramos un santuario pobre (pero decente). Celebré la Misa e instalamos a Nuestro Señor, el Consolador de los Afligidos. En esta pobre morada, el sagrario era pobre. La Iglesia, imitación del belén; pero estoy seguro de que al Señor le agrada más estar aquí que en muchos sagrarios de ciudades populosas. Teníamos hambre de tenerlo cerca de nosotros en todo momento. Me considero la persona más feliz del mundo en estos días”.                  

Monseñor Ramón Zubieta

TESTIMONIO PERSONAL

Yo también, en los últimos meses, me siento como la persona más feliz del mundo.

Como una comparación directa con Monseñor Zubieta es imposible, lo cierto es que, leyendo este testimonio, era inevitable sentir que estaba viviendo algo parecido. Después de casi 20 años de trabajar en un contexto social y económico privilegiado, con excelentes condiciones y todas las comodidades, me trasladé a una realidad verdaderamente opuesta. Ahora mismo trabajo en un contexto con muchas necesidades (físicas, económicas, sociales, familiares…), ¡pero estoy muy feliz! Es mi montaña y mi pobre sagrario, es la realización de un sueño. ¡La verdad es que podemos ser felices con tan poco! … Solo arremangarse, mirar hacia adelante y dejar que su corazón guíe sus pasos. El resto, Dios lo resuelve. Él es la brújula en la niebla y, con esa certeza, nuestro camino estará bien transitado. Sin miedo, sin hesitación. Como decía monseñor Zubieta: “Dejo todo en manos de Dios, que nos guiará como mejor nos convenga. Teniendo al Señor en nuestra compañía, Él lo arreglará todo”.

OTRO TESTIMONIO PERSONAL, DEL MISMO PENSAMIENTO

(Ex voluntaria nuestra que pasó un año en Mozambique) 

Cuando leí este pensamiento, reconocí en la Hermana Lídia, esta intención del Monseñor porque la acompañé en estas obras de construcción de capillas, repartidas por los lugares más pobres y lejanos de Milanje. Despertó en las comunidades el deseo de tener un lugar de oración y supo involucrarlas, con entusiasmo, en su construcción. A partir de esta experiencia, llegué a apreciar más el valor de poder ir a la Eucaristía. Desde que vine de Mozambique, rara vez no he ido a misa, al menos una vez a la semana. Reconocí la importancia de tener un lugar que pudiera convocar y acoger a la Comunidad y me di cuenta de que el Sagrario era el CENTRO. Hija de Monseñor Zubieta, que tiene su verdadero espíritu y continúa su trabajo, haciendo que la gente camine kilómetros y kilómetros, para colaborar en la construcción de capillas e ir a la Eucaristía, para rezar y, en comunidad, creyendo que Jesús está en medio de ellos, para hacer frente a las inquietudes y dificultades que surgen en la Comunidad y alegrarse de las alegrías que también surgen. El sagrario era como una luz, en una tierra donde es imposible tener la luz siempre encendida, ya que no tiene electricidad y las baterías son muy difíciles de adquirir. 

ALGUNAS PARTES DE MONSEÑOR ZUBIETA QUE QUIERO DESTACAR

Monseñor Zubieta fue un hombre de gran corazón, un gran Misionero del pueblo. Un hombre de corazón tierno, sensible y generoso. Muy sencillo y humano, con gran confianza en Dios. Tenía un gran amor por la Eucaristía y fue una gran alegría para él colocar sagrarios en todas las casas de la Misión. Pasó muchas horas de su vida en el sagrario y dijo: “Sólo en el sagrario encuentro aliento, consuelo y comprensión”. Por eso pasé mucho tiempo con el Santísimo Sacramento.

Siempre aceptó con una sonrisa las opiniones y consejos de los demás. Tenía mucha confianza en Dios. En todo vio la mano de Dios, su providencia y bondad.

Confió completamente en la Madre Ascensión Nicol, hasta el punto de decirle: “Si faltaste, parece que el trabajo estaría terminado. Solo en ti creo que soy capaz de llevarlo todo hasta el final”. Decía: “Las obras que Dios nos envía, se le ofrecieron y sufrieron con paciencia, incluso con alegría es el mejor sacrificio que podemos ofrecerle”.

También era un gran devoto de Nuestra Señora y esperaba poder colocar una Imagen de Nuestra Señora en cada capilla. En plena vida misionera, la muerte lo sorprendió y, el 19 de noviembre de 1921, partió al cielo con tan solo 57 años.        

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