LA SEMILLA LANZADA SIGUE DANDO FRUTOS

No se habla de semillas sin sembrador, no se puede pensar en sembrar, si no existe primero una tierra fértil, para que no se desperdicie la semilla. Antes de sumergir en nuestra reflexión, sobre la Beata Ascensión Nicol nuestra madre y fundadora, dejarnos orientar por palabra de Dios, la vida que nos hace vivir:

“Muchas personas de todas partes siguen buscando a Jesús. Cuando ya había una multitud a su alrededor, les habló usando la siguiente parábola: “Había una vez un hombre sembrador. Mientras arrojaba la semilla, una cayó al borde del camino, fue pisoteada y los pájaros se la comieron toda. Otra cayó en terreno pedregoso y, tan pronto como brotó, se secó porque no había humedad. Otra cayó entre las espinas, y estas, a medida que crecían, la ahogaron. Pero otra parte de la semilla cayó en buena tierra, se desarrolló y dio fruto a razón cien granos por semilla”. Y finalmente, levantando la voz, exclamó: “¡El que tiene oídos, preste atención!” (Lc 8,4-8).

A la luz del pasaje evangélico, ¿qué podemos decir de la Beata Ascensión Nicol? ¿Beata Nicol es semilla o sembrador? ¿O tierra fértil? Con su vida y modo de ser Ascensión Nicol supo ser semilla en manos del Sembrador y buena semilla sembrada en tierra fértil. Su ejemplo de vida mostró esta realidad en la promoción humana y cristiana de mujeres y niños, su entrega total al servicio de los más necesitados con fe firme, la llevará, junto con Ramón Zubieta a hacer visible un jardín de rosas al servicio del Reino de Dios. Este jardín es hoy conocido como la Congregación de las Misioneras Dominicas del Rosario, cuyo carisma consiste en “evangelizar a los pobres en aquellas situaciones misioneras donde la Iglesia más nos necesita».

Es notable que la Beata Ascensión Nicol no sólo haya caído en buena tierra, sino que también haya producido y siga dando fruto en nosotros, sus hijas que, siguiendo su ejemplo, sirven a la Iglesia y a la humanidad en diversas dimensiones, en el campo eclesial, educativo, social y sanitario, perpetuando así su memoria eterna. Las semillas de la misión son claras y distintas, depende de nosotras seguir sembrando sin preocuparnos por el día de la mies, porque amar es darnos sin esperar recompensa, no actuamos por nosotras mismas, sino por Jesús y por amor a los menos favorecidos que son nuestra opción preferencial. 

En la parábola del sembrador, expresada en el Evangelio de Lucas, los elementos decisivos son la excelente calidad de la semilla y la disposición de la tierra. El sembrador siembra una semilla de excelente calidad y lo hace con la generosidad y esperanza de quienes aman su campo de cultivo. No escatima esfuerzos ni semillas; las arroja incluso en lugares donde no sería posible esperar ningún resultado, ya que su interés no es conservar sino esperar que esta semilla haga fructificar todos los sectores de su campo. El terreno responde de manera diferente según la “calidad” de la tierra. La disposición de la tierra se refiere a la actitud de la gente. Algunos se dejan cultivar y ofrecen una tierra adecuada donde la semilla echa raíces profundas, otros ofrecen tierras donde la semilla se pierde por exceso de dureza, por descuido, superficialidad o negligencia.

Así también en las Misioneras Dominicas del Rosario podemos identificarnos como nuestra Madre Fundadora: ¿SEMILLAS, SEMBRADORA O SEMILLA DE TIERRA? No podemos elegir la tierra donde sembraremos la semilla, lo mejor es sembrar la semilla y Dios actuará sobre ella, y tener en cuenta nuestra opción preferencial dictada por nuestro carisma, que son LOS POBRES.

Como nos dice uno de los manuales que nos ayudan a reflexionar sobre nuestra Congregación desde el árbol Baniam Tree, en su cuarto tema La tierra el lugar de los pobres: “Donde debemos sembrar; No debemos olvidar que nuestra congregación nació en el lugar de los pobres, de aquel que no es tenido en cuenta”. No importa cuánto cueste llegar a la misma tierra, ya sea que tengamos que ir por mar como nuestras fundadoras en ese momento, o por aire como las hermanas que trajeron la misión aquí.

Alguien dijo una vez. “Se predica mucho sobre el amor y la solidaridad, pero las desigualdades siguen creciendo en todo el mundo. La sociedad está cada vez más dividida. En el pasado se dividió en una lucha de clases entre ricos y pobres. Hoy en día, los conflictos sociales adoptan cada vez más la forma de racismo, sexo, rivalidades religiosas, xenofobia, homofobia. No parece hacer mucho bien hablar de Dios en el mundo de hoy”.

Esta persona tiene parte de razón. Pero en la parábola del sembrador Jesus nos llama para la persistencia, a seguir pensando positivo. La parábola nos anima a coger riesgos, a probar cosas nuevas, a no desanimarnos por el contexto y a no preocuparnos tanto por el resultado. Jesús nos pide confianza, porque Dios está trabajando. Lo importante aquí es entender que somos sólo parte de un proceso. Nuestra parte es sembrar las semillas. El proceso de crecer y dar fruto es parte de Dios. Tarde o temprano, brotarán, y esa es la esperanza que nos mueve.

Podemos notar uno de los golpes más duros que sufrió nuestra querida fundadora Madre Ascensión Nicol en el momento de la muerte del padre fundador, se sintió impotente y al mismo tiempo responsable de llevar adelante el trabajo que habían comenzado juntos. Pero continuó promoviendo, con serenidad y fortaleza, la obra misionera que el Señor había inspirado y cuidado con cuidado. Fueron años de expansión, con pequeñas fundaciones que nacieron como semillas y que rápidamente crecieron con fuerza.

La Palabra de Dios actúa en la historia humana, en personas que cultivan el amor a la solidaridad, la escucha atenta de los hermanos y hermanas, y el servicio generoso y desinteresado a los excluidos. Es en momentos de oscuridad que debemos ser luz. Es en tiempos de injusticia, de corrupción, que estamos llamados a hablar proféticamente en defensa de los valores éticos. Dios necesita que seamos buena tierra, donde una buena semilla pueda dar fruto.

Hay personas que recibirán y entenderán la Palabra de Dios mejor más que nuestras actitudes que por nuestras palabras. Hay personas que recibirán la Palabra de Dios mejor a través de una canción que a través de la predicación. Esta perspectiva nos hace ver que debemos plantar semillas en todas partes, ministrar la Palabra de Dios con las oportunidades que Él nos ha regalado.

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