EL HOGAR, UNA CASA DE LA MEMORIA ABRAZADA

Nosotras, novicias, al llegar fuimos acogidas en este Noviciado Continental Asiático. Leo de nuevo “¡Bienvenidos a casa!” Entonces me pregunto: ¿Es esta mi casa? ¿Será mi casa? Este era el sentimiento y el asombro en mí hace un año.

El hogar es el lugar donde vivimos y donde amamos. Es el lugar donde más cómodas, felices y queridas nos sentimos, incluso cuando no está bien ni es suficiente. Y para mí, el hogar es la mejor escuela donde aprendemos y practicamos el amor. Dios es Amor y no hemos sido creados más que para amar. No estamos sólo para existir, sino para vivir para amar y ser amados. Estamos llamados “a amarnos unos a otros porque el amor viene de Dios” (1Juan 4:7).

No somos robots. Comenzamos cada día al amanecer con la ilusión de encontrar a Dios en la celebración Eucarística, en la naturaleza y en los demás. Recibimos la gracia y compartimos sus frutos. Compartimos las mismas comidas, compartimos las tareas y compartimos la misma fe en Nuestro Señor Jesucristo. Rezamos, contemplamos, estudiamos, tenemos exposición misionera, un tiempo con los niños y los pobres en Kalookan, aprendemos, trabajamos, cocinamos, limpiamos, hacemos jardinería, plantamos, cosechamos, cantamos, bailamos, nos divertimos y disfrutamos de la vida. En todo, lo hacemos con un espíritu de alegría, aprendiendo y compartiendo. Porque sabemos que no importa cuántas cosas hagamos, sino cuánta alegría pongamos en hacerlas. De hecho, bajo el techo de ACN, VIVIMOS y seguimos VIVAS.

En segundo lugar, el hogar es donde amamos. “Amamos porque Dios nos amó primero” (1 Juan 4:19). Solemos burlarnos y animarnos cantando “vivir es morir, y reír es llorar, vivir es amar con todo el corazón… y… en el Señor”. En verdad, “nadie tiene amor más grande que el que da la vida por su amigo” (Juan 15:13). Es innegable que nos hemos visto morir de verdad por los demás. Hay veces que guardamos silencio para escuchar a los demás; reconocemos que “tus ideas son mejores que las mías”; damos gracias humildemente a Dios por todos los éxitos; pedimos perdón sinceramente por los errores; y nos agachamos para empujar a los demás hacia arriba. Más allá de un tazón de congee, una taza de café, un vaso de leche, una botella de Coca-Cola, un paquete de frutos secos, una ayuda, una sonrisa, un breve momento de silencio acompañante y una palabra de saludo está el tierno cuidado, la gratitud, la reconciliación y la expresión amorosa. Hemos muerto de nuestras indiferencias por la diversidad, hemos muerto de nuestras contradicciones por la unidad, hemos muerto de nuestra arrogancia por la paz, y de nuestro egocentrismo por la comunidad. Queridos formadores y hermanas del noviciado continental asiático, hemos MUERTO POR AMOR.

Recién, he hecho mis votos, la profesión religiosa; ya no soy una novicia. No se me permite permanecer en el noviciado. Sin embargo, el sentimiento de pertenencia sigue ahí. Sinceramente, nunca he llorado mucho al dejar un lugar, ni siquiera mi ciudad natal, excepto en este noviciado continental en Asia. ¿Por qué? Por el amor. Es en esta casa donde tengo a quienes quiero entrañablemente. En esta casa, viví libremente. En esta casa, aprendí a ser la mejor versión de mí misma. En esta casa, empezamos y terminamos un día junto a Aquel que nos llama y nos ama. En esta casa, compartimos un sueño, una meta y un amor; recitamos una oración y cantamos una alabanza. Esta casa me ha enseñado y me ha motivado para seguir adelante en el camino como MDR.

Muchas hermanas que visitaron ACN dijeron: “Recuerdo aquellos días en que éramos juniors….” o “En este lugar, mis compañeras y yo éramos…” o “Echo de menos todos los recuerdos de cuando nuestro grupo estaba aquí”. Mis diez compañeras Maria Duc, Teresa, Tessa, Isabel, Camelia, Guilhermina, Teresinha, Domingas, Misila, Radhika, y el equipo de las queridas formadoras hna. Fatima Pui, hna. Pushpa Macwan, y la Hna. Rosa Maria Angeles, hemos hecho nuestros recuerdos tan cariñosos, valiosos, apreciables e inolvidables. Hemos construido un hogar espiritual – una casa de memoria, vivida. Gracias por el regalo de lo que eres conmigo y gracias por dejarme amaros entrañablemente. Si algún día volvemos a esta casa, digamos: “Amo esta casa porque es nuestro hogar donde vivimos y donde amamos”.

 Palabras especiales de agradecimiento de Maria Đức, Teresa, Tessa y Mary a nuestras Formadoras porque ustedes han estado allí, han visto todas las idas y venidas de cuantas hornadas, y han sido testigos de todos los altibajos del proceso de crecimiento de las novicias. Gracias por hacernos saborear la bondad de Dios tan real y por hacernos experimentar un verdadero hogar para cada uno.

Gracias Noviciado Continental Asiático por ser UN TESTIGO VIVO, UN AMIGO FIEL, UNA CASA DE MEMORIA, ¡Y UN HOGAR!

Mary Nguyễn Thị Thủy

Compartir esta publicacion