CON MARÍA SEGUIMOS SIEMPRE ADELANTE

En este mes de las misiones, también llamado el mes del Rosario, somos invitados a meditar profundamente en los misterios de la encarnación.  Es una devoción eminentemente popular, por eso el rezo del Rosario es llamado “el evangelio de los pobres”, porque normalmente la gente se lo aprendía de memoria ya sea por analfabetismo o porque se imponían restricciones de acceso a los textos escritos.

Sabemos que durante mucho tiempo fue esta oración sencilla y profunda la que sostuvo la vida de fe de nuestros pueblos. Hoy esta antigua práctica, alimenta la oración contemplativa y la vida de nuestros pueblos. En esta perspectiva, el Rosario se vuelve fundamental. Construye la paz porque apela a la gracia de Dios, siembra el bien, del que podemos esperar el fruto de la justicia y de la solidaridad para la comunidad y para la vida personal.

El Papa Pablo VI, en su Exhortación Apostólica sobre María (Marialis cultus), nos recuerda la importancia de la contemplación de los misterios durante el rezo del Rosario (Cfr. 47). En este sentido, Pablo VI y la Iglesia quieren afirmar el sentido auténtico y genuino de esta oración mariana, que no deja de ser una meditación sobre los misterios de la vida del Señor. Así nuestra vida cristiana se vuelve así más orante, más contemplativa, y nos invita a que sea más de Dios.

Si nos atrevemos a hacer vida lo que contemplamos en el rezo del Rosario, toda la vida de Cristo debería ser asimilada en nuestros corazones y desterremos toda violencia, injusticia y desigualdad. Se entra en la comunión de sentirnos hijos e hijas de un mismo Padre y una misma Madre, María. Pidamos que a través del rezo del Rosario y profundizar en las enseñanzas de Jesús, podamos convertir nuestra vida y que la relación con Dios, con nuestros hermanos y con la Casa Común sea auténtica desde su querer.

Con la contemplación de los misterios del Rosario estamos llamados como hizo Jesús con los apóstoles, a mirar el mundo con sus mismos sentimientos, que es ciertamente una mirada divina sobre el mundo y su realidad; es decir, mirar al hombre y la realidad que lo rodea, y lo que está de acuerdo o en desacuerdo con la voluntad del Señor. 

El Rosario nos trae la mirada de una Madre, que solo quiere el bien de sus hijos e hijas, su crecimiento, su desarrollo interior y el bien común para todos y todas.  Por eso, debemos meditarlo de una forma especial desde la realidad en la que está inmersa la Iglesia de hoy, el mundo y la realidad social, política y económica que nos rodea.

Busquemos en María, la gracia constante de la contemplación que nos ayude en nuestro camino de compromiso por hacer posible el Reino de Dios y que nos mantengamos fieles a nuestra identidad y Carisma misionero, inspiración del Espíritu en nuestros Padres Fundadores y primeras hermanas. Que la contemplación de los misterios del Señor sea un instrumento de su gracia sobre nosotras y sobre todos los hombres y mujeres de nuestro tiempo.

Comunidad Ascensión Nicol Angola (Luanda).

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