El tiempo que vivimos con Dolores en la comunidad fue para nosotras vivenciar la sororidad-fraternidad, sosteniéndonos unas a otras desde la fe en Jesús; por las hermanas del Consejo Provincial y todas las hermanas que desde la cercanía o la distancia nos animaban con sus mensajes y oraciones.
Experimentamos la proximidad de la familia con la presencia de su hermano Ramón, religioso Dehoniano, que permaneció un mes acompañándola, conversaba con ella, rezaban el rosario en él se encomendaban a la Virgen de Ujué de la cual era muy devota y escuchaban algunas reflexiones del evangelio.
Personas cercanas de Santo Domingo de los Tsáchilas la visitaron, con quienes dialogó largo rato y les daba recomendaciones para la pastoral y su vida familiar.
En la última semana fue difícil ver cómo su vida se apagaba con rapidez, “ya no hay nada que hacer por ella” fueron las palabras de los médicos el viernes 12 de octubre. Las horas que de ahí pasaron fueron largas y tristes, sin embargo, sabíamos que ella había luchado hasta el final como la mujer fuerte y de fe que siempre fue.
Nos queda a nosotras la memoria agradecida de su vida entregada durante 47 años en Ecuador en la misión, la formación, en el servicio de los Consejos Provinciales, de lo que fue la Provincia Ascensión Nicol, y en la Vida Religiosa de Santo Domingo de los Tsáchilas; también nos queda la satisfacción de no haber escatimado esfuerzos en su cuidado.
Para finalizar hacemos nuestras las palabras del canto “juntas compartiendo una misma copa y un mismo pan”, eso significó esta experiencia con Dolores que ya goza de Dios.