VOLVER A CASA

El 28 de marzo de 2020, el Papa Francisco ha sido un icono de esa llamada a ser uno, a rezar como uno, ese anhelo de presencia en medio de las luchas de la vida, al bendecir en ese lugar amplio pero vacío de la Plaza de San Pedro en Roma. Fue el escenario más representativo y probablemente más pensado por muchos en nombre de la compasión y la comunión de la humanidad. En esos días, nuestros corazones eran uno en súplica, en una oración común, ¡por el bienestar de la humanidad!

La mayoría, si no todos, intentaron sobrevivir a la soledad y la reclusión, al reto de volver a casa. Era un buen momento para enfrentarse a la única superficie de la propia habitación, del propio hogar. No importaba cuántos de nosotros buscáramos cura, ayuda médica e incluso entretenimiento, aun así la llamada del silencio y el miedo estaba ahí.

Hace unos años, apenas veíamos tantas imágenes o exposiciones como en nuestros días. Ahora se puede llegar fácilmente a todos los que participan en los dispositivos cuando se les busca en las redes sociales. De ahí que las clases se prepararan o se hicieran posibles gracias a los sistemas asombrosamente creados durante los periodos de cuarentena de nuestras vidas. Nadie se quedó sin clase, ¡incluso entre toses y dolores de cabeza!

En nuestra comunidad, no nos libramos. Hicimos frente tanto a las exigencias de las clases, como a los informes durante los tiempos difíciles con el virus en nosotros. Fueron tiempos difíciles, pero sobrevivimos.

Hoy en día, la mayoría de la gente trabaja lejos de casa, a diferencia de lo que ocurría durante los periodos de pandemia, cuando los trabajos y los informes se realizaban generalmente en línea. Hoy hemos vuelto a la normalidad, al “futuro” que soñábamos, buscábamos y por el que rezábamos durante la pandemia de Covid-19. Decir, ¡ese futuro soñado es ahora! Es la promesa de un nuevo comienzo que Dios otorga. El premio a la fe firme en Su plan y cuidado providencial. Es afirmar lo que dice San Pablo en Rm 5,3-4: “Nos gloriamos en nuestros sufrimientos porque sabemos que el sufrimiento produce perseverancia; la perseverancia, carácter; y el carácter, esperanza”.

Volver a casa, a nuestra comunidad, es uno de esos momentos en los que vemos un futuro en el genuino amor de Dios por la humanidad. De hecho, justo después de las limitaciones y restricciones de la era del virus, fuimos bendecidos y seguimos siéndolo con Sus sorpresas cotidianas. La comunidad ha sido agraciada con un miembro numeroso, multigeneracional y multicultural en Zamboanga. Cada uno tiene una “manera de ser” diferente como misionero por así decirlo.

Los misioneros claretianos, el mismo Superior Provincial, nos visitaron después de la ordenación del primer claretiano de Myanmar (P. Jimmy Saw, CMF) que trabajó en la parroquia a la que pertenecemos.

Él también viajó con nosotros en aquellos días difíciles. Es cierto que todos fuimos golpeados y probados, pero estamos curados para continuar el camino de ayuda misionera donde la Iglesia más nos necesita.

Después de todo, el camino misionero consiste en invitar a cada uno de los que nos encontramos a volver a casa, a uno mismo, a la comunidad y a la Iglesia, donde Cristo une a todos consigo.

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