La Misericordia de Dios, se ve en gestos

La Declaración Fiducia supplicans sobre el sentido pastoral de las bendiciones ha despertado grandes controversias al interior de la Iglesia, el documento quiere ser “un homenaje al Pueblo fiel de Dios, que adora al Señor con tantos gestos de profunda confianza en su misericordia y que, con esta actitud, viene constantemente a pedir a la madre Iglesia una bendición.”

Esta primera expresión de la declaración es muy hermosa al destacar que es un “homenaje al Pueblo fiel de Dios” que experimenta su cercanía por medio de gestos sencillos y que espera ser acogido tal como es, en su diversidad, en su modo de amar y de creer.

Bendecir es una práctica entrañable ya que por medio de ella recibimos la caricia de Dios, como lo hacían nuestras madres con nosotras, ningún hijo está perdido, ninguno es extraviado, ni “raro”, todos son abrazados por sus entrañas.

En diversas oportunidades me ha tocado conocer, compartir, y despedir a personas homosexuales y en ellas he descubierto un pozo interior de mucho sufrimiento sobre todo por no ser aceptados/as socialmente o por no aceptarse tampoco a sí mismo/a, el largo proceso de acoger su diferente forma de amar no es fácil, sin embargo, cuando llegan a asumirse tal como son pueden vivir plena e integradamente, en ocasiones he percibido una doble moral, es decir rigidez sólo para algunos y no reconocer las sombras presentes en la propia Iglesia.

En una oportunidad una amiga muy querida me pidió que la bendijera junto a su pareja que también era mujer, esto produjo en mí cierta conmoción interna porque previamente a este gesto hubo todo un preludio de dolor, de lágrimas, de situarse ante mí de rodillas, y me pregunté ¿quién era yo para no acogerlas y bendecirlas? esta experiencia hizo brotar en mí una profunda compasión, por el proceso difícil que ella tuvo que atravesar, para asumirse como diferente y para inaugurar en sí un modo distinto de relacionarse y de ser, esta vivencia me hizo reflexionar sobre mi necesidad de abrir mi corazón, liberarme de mis prejuicios y sentir que Dios por medio de un gesto tan humilde de bendecir, las bendecía y las amaba entrañablemente.

Jesús no tuvo distinción y nos acoge a todos por igual, por lo que nuestra Iglesia, fiel a su maestro debe tener la misma actitud hacia todo ser humano y hacerles sentir que todos y todas son bienvenidas/os a su casa y particularmente a quienes cargan con una historia de rechazo y discriminación.

Hna. Jacqueline Sothers MDR.

Comunidad de Calama- Chile.

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