CONSAGRAR…

Uno de los deseos hermosos y solemnes de un creyente, es consagrar su vida ante Aquel que es sagrado y es todo para el que lo jura. Como muchos otros, atesoro la experiencia de aquellos años y mi propia manera de consagrar mi vida. A menudo me pregunto: ¿Qué ofreceré a cambio? Los años de formación estuvieron llenos de preguntas y actos de ofrenda. Nunca ha sido fácil con los escenarios familiares y el deseo personal de silencio interior, perdón y paz.

¿Cómo viviré entonces esta consagración cuando pronuncie mis votos?

Recuerdo que solía leer los libros de Og Mandino, al igual que algunas de mis compañeras novicias. En uno de los doce libros que escribió titulado Misión Éxito ha ayudado a calibrar este inspirador viaje con el Señor. Og Mandino en sus escritos sugirió que:  Viviré este día como si fuera Navidad. Seré un dador de regalos y entregaré a mis enemigos el regalo del perdón; a mis oponentes, la tolerancia; a mis amigos, una sonrisa; a los niños, un buen ejemplo y cada regalo estará envuelto con amor incondicional.

El segundo día de febrero de cada año se celebra la Jornada de la Vida Consagrada y es un día en honor de la Presentación del Señor. Esto me permite hacer una retrospección a esa vida que sí viví durante más de tres décadas. Para recordar, sólo tengo palabras de agradecimiento por la gracia de Dios y los nombres de las personas escritas en mi corazón y en mi memoria con las que viví, me encontré, trabajé y me acompañaron en todos esos años de camino misionero.

¿Qué tipo de viaje fue entonces?

Estaba lleno de sorpresas, retos y pruebas para el corazón, una prueba de fe en la mayoría de los casos. Porque implica un compromiso serio y no sólo un gesto de placer y satisfacción. San Pablo dice en Romanos 12:1 es presentar vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. Es ofrecer y trabajar con muchos otros para alcanzar esa meta en medio de todas las realidades buenas y difíciles que vivimos como misioneras, como consagradas, testigos de la bondad y compasión de Dios para con todos.

Consagrarse es entrar en el corazón mismo de Dios, en una vida de entrega, de ser instrumentos para llevar paz y bienestar a las personas a las que servimos. La cuestión es ¿hasta qué punto somos serios en este tipo de estilo de vida? ¿Hasta dónde llegamos cuando la prueba está casi al límite? ¿Nos enfrentamos a la tormenta?  En las comunidades es un acto cotidiano. Es, por tanto, un acto de mediación, como testimonio de la bondad de Dios, es un vivir para un bien que se necesita en un determinado tiempo y lugar. De ahí que anunciar la Buena Nueva, esforzarse por llevar paz y alegría a muchos, así como ser voz para ellos, denunciar las injusticias y buscar el bienestar especialmente de los más pequeños de entre nosotros, así como buscar la armonía en la sociedad en la que vivimos.

¿Damos un testimonio adecuado con nuestro estilo de vida o invitamos a los demás a ver este don precioso concedido a unos pocos? Sí, ir como discípulo, hacer discípulos a lo largo del camino…

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