Estoy intentando adaptarme lentamente a este lugar desconocido, en particular al idioma y a la cultura. Afortunadamente, hay gente a mi alrededor que es valiente, me apoya y me ayuda.
Tengo la suerte de contar con personas cariñosas y atentas, ya que a veces me encuentro con retos y dificultades. Pero el amor por estas personas y el amor por la misión no me detienen, para continuar con la voluntad de Dios. Con mis limitaciones e imperfecciones, me esfuerzo al máximo en todo lo que encuentro. Como decía San Pablo en su carta a los Corintios: “El amor es paciente, todo lo soporta”. Ser misionera es amar dondequiera que estemos y a quienquiera que encontremos. Todas estas experiencias me enseñan a reconocer las pequeñas cosas que hay en mí, a reconocer la presencia de Dios que está con la gente, a proclamar el Evangelio de la buena noticia a todos sin cansancio, pero con un corazón alegre.
Mari Anna