“¿NO ES ESTE EL HIJO DE JOSÉ?” Lc 4:22

Por el hecho de nacer en un determinado lugar la gente nos puede clasificar. Por ejemplo, pueden saber o suponer a qué nos dedicamos. Nuestro origen habla mucho de nuestras formas, de nuestras entonaciones y a veces de nuestro pensamiento.

Al igual que en el Evangelio de hoy, una frase nos habla de personas que se maravillaban (o podrían estar cuestionando) los caminos de Jesús, Él está predicando más allá de las expectativas que tenían sobre él por ser hijo de José, el carpintero. Recordemos que Jesús también tuvo que enfrentar ese tipo de incómodas experiencias. Sin embargo, en Nazaret, él había sido un buen oyente de su padre y su madre, un agudo observador mientras trabajaban, probaba sus oficios, y desarrolló “su manera” de aprender el arte de la carpintería. Así aprendió a obedecer, a cuestionar las realidades de su tiempo, a hacerse amigo de los pobres y ricos de su barrio así como a ir de “fiesta” con sus amigos. Sin embargo, siempre estuvo en su mejor momento para mantener su conexión con el Padre en el cielo. Aun estando de fiesta en unas bodas en Caná, obedeció el pedido de su madre María para ayudar en la situación del novio. Entonces, Jesús invocó a su Padre en el cielo para la bendición de su primer milagro (Jn 2:1-11).

En nuestro tiempo, el cómo y dónde hacemos las cosas en nuestras vidas sigue siendo nuestra propia decisión. Dios obra a través de nosotros, por supuesto con nuestro consentimiento. No lo olvidemos. Recuerdo que nuestro confesor jesuita decía: “hagamos bien o mal, la gente habla de nosotros. Y así, como cristianos, persigamos lo que edifica, lo que hace que las personas encuentren el camino para ser mejores, para acercarse a la Luz. Cada día, esfuérzate por ser luz”.

No nos dejemos llevar por lo que la gente diga ni por lo que piense de nosotros o de nuestro origen. Las personas crecen y cambian. Como decía Santo Tomás de Aquino… “si la mente es suficiente para sí misma, es insuficiente para sí misma”. Contemplar. Salir del camino, hacer nuestro propio camino, encontrar esa luz que se da a cada uno. No rendirse nunca. Aprendamos y crezcamos con las personas que nos rodean, hazte amigo de los débiles y los fuertes y permite que Dios obre en nosotros.

Seamos agradecidos por las cosas buenas y pequeñas aprendidas en nuestros comienzos porque son lucecitas para nosotros y para los demás en nuestro caminar.

Nini Rebollos

 

Compartir esta publicacion